Viajero. Economista. Publicista. Gestión de Centros de Enseñanza y Fundaciones. Aprendiz de Escritor. Soñador.
Pruebas de que Jesús es Dios: Los datos son los que son
José Carlos González-Hurtado presenta las pruebas de que Jesús es Dios: «Los datos son los que son»
sentido trascendente del trabajo
Los Estados Unidos que eran de España
Los Estados Unidos que eran de España
Los actuales estados norteamericanos de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma, Luisiana, Florida, Alabama, Misisipi y Alaska eran posesiones españolas que formaban parte del Virreinato de Nueva España.
The current North American states of California, Nevada,
Colorado, Utah, New Mexico, Arizona, Texas, Oregon, Washington, Idaho, Montana,
Wyoming, Kansas, Oklahoma, Louisiana, Florida, Alabama, Mississippi and Alaska
were Spanish possessions that were part of the Viceroyalty of New Spain.
UN MAPA QUE NO CONOCEN LOS ESTADOUNIDENSES
UN
MAPA QUE NO CONOCEN LOS ESTADOUNIDENSES
La
mayoría de los estadounidenses no conocen que gran parte del actual territorio
de EE. UU. estuvo bajo dominio español durante siglos.
LO
INDICAN LAS ENCUESTAS
Diversas
encuestas sobre conocimientos históricos en EE. UU. indican que la gente suele
recordar a las trece colonias británicas y la Revolución Americana, pero mucho
menos la presencia española.
OMITEN
LA EXPANSIÓN ESPAÑOLA
La
enseñanza escolar suele dar más espacio a la colonización inglesa y francesa
que a la española, a pesar de que España controló territorios enormes en
Norteamérica.
DESCONOCEN
LA HISTORIA
Desde
el siglo XVI, España fundó asentamientos en Florida, Texas, Nuevo México,
Arizona, California y otras regiones del suroeste.
La
Luisiana española (1763–1800) también cubría buena parte del centro del país
actual.
Ciudades
como San Diego, San Antonio, Santa Fe o Los Ángeles tienen orígenes hispanos.
En
1819, con el Tratado Adams-Onís, España cedió Florida a EE. UU.
El
retroceso del poder español y luego las independencias hispanoamericanas
dejaron esos territorios abiertos a la expansión estadounidense. Y pronto
fueron invadidos.
NO
SE CONOCE
Académicamente
sí se conoce, y en universidades o entre historiadores estadounidenses está
claro el peso de España en la conformación territorial.
En
la cultura popular y la memoria colectiva, sin embargo, el relato dominante es
anglosajón: se suele pensar que EE. UU. nació solo de las colonias británicas,
minimizando el papel de España y de México.
#sp_latinoamerica #sp_mexico #sp_españa
Cervantes no era homosexual
No, Don Miguel de Cervantes no era gay, homosexual o
como quieran decir. Tuvo mujer y amante, femeninas ambas y con descendencia.
Venir a crear esa fantasía desde la frustración de los que fermentan su deseo hacía quien ni en sueños podrían conquistar, como oscuro fundamento de una película que por muy bien que pueda rodarse y por mucha pasta de la que haya podido ser beneficiaria, solo puede ser el reflejo de un sectarismo enfermizo que se prodiga al amparo de la subvención y del sol que más calienta; siendo sólo una muestra màs de la falsedad que impera y que a mí, desde luego, no va a moverme hacia la butaca.
Puestos a transgredir y basados en sus propias manifestaciones, hechos reales e investigaciones rigurosas; el cineasta podría haber desarrollado su talento haciendo un filme sobre el desprecio y abandono de Pablo Neruda hacia su hija discapacitada, la boda de Antonio Machado con una niña de 15 años cuando él tenía treinta y tantos, la crueldad del Che Guevara hacia los homosexuales o las peripecias del tesoro del "Vita" fruto de los saqueos que Indalecio Prieto hizo desaparecer por arte de birli birloque en ese México donde ni Troski pudo vivir seguro, por citar sólo alguna de las historias que nunca serán llevadas al celuloide al apartarse de la narrativa y de la consiguiente inyección monetaria.
Dicho esto, sólo me queda honrar en la medida de mis
humildes posibilidades, la memoria del escritor más universal que, además, es
mi paisano.
UN CERVANTES QUEER: OPERACIÓN CULTURAL
Resulta que Miguel de Cervantes,
soldado de Lepanto, cautivo en Argel, funcionario mediocre y escritor inmortal,
no sólo inventó la novela moderna: también, según las nuevas luminarias del
revisionismo cultural, fue un icono queer avant la
lettre.
¿Las pruebas? Ninguna. ¿Los
indicios? Menos todavía. Pero eso da igual: hoy la verdad historia no se
estudia, se tunea y se impone. Pero el negocio está claro: no se trata de mostrar al Cervantes que fue, sino al que
conviene.
Uno que se ajuste a los cánones ideológicos del presente, donde todo
histórico debe ser deconstruido y rearmado al gusto del consumidor. A este paso
tendremos un "Cervantes republicano", un "Cervantes
feminista", un "Cervantes vegano" un "Cervantes queer"...
y un "Cervantes influencer". Lo trágico no es la ficción, que es
legítima; lo trágico es el camuflaje.
Porque al final, por muy bien hecha
que esté la película, esta operación no es arte, es ideología disfrazada de
biografía.
Una apropiación cultural de
manual: convertir al manco de Lepanto en bandera de causas ajenas. Y todo ello
en nombre de una “verdad alternativa” que no resiste ni el archivo parroquial
más polvoriento.
Visto lo cual, Sancho podría acabar diciendo: Señor,
a este paso también dirán que yo soy no binario y Rocinante, pansexual.
Lo dicho. Se trata de una operación política y cultural, más que
histórica o filológica. Es lo que
vende
JOSÉ de SAN MARTÍN, El MASÓN al servicio de INGLATERRA que destruyó Hispanoamérica
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Un par de estudios lo exploran
Gay y católico: por qué la Iglesia tiene razón al defender la castidad
Su testimonio se suma al de otras personas homosexuales que viven en castidad y siguen las enseñanzas de la Iglesia y que han dicho basta a un lobby LGTB que no representa a muchos de ellos.
Este joven escritor de 32 años salió en todos los medios al hablar ante miles de personas que protestaban en Italia contra la ley Cirinna, que promovía las uniones homosexuales, lo que le generó numerosos ataques.
Más discriminado por ser católico que homosexual
“Siempre he dicho que me siento más discriminados como católico que como homosexual”, afirmaba Ponte. Además recordaba a los homosexuales italianos que la vida sólo procede de la unión entre un hombre y una mujer, y les ofreció poder vivir la maternidad y la paternidad de una manera alternativa, “dando la vida a las personas que están al lado”.
Sus palabras no gustaron a estos grupos de presión. Desde entonces desde su blog cuenta su experiencia y su tendencia homosexual vivida desde el catolicismo.
Pero antes de nada, Giorgio deja claros algunos aspectos. “Sólo hay un mundo y una naturaleza a la que pertenecer: la humana. Y la única diferencia real en esta naturaleza es la del hombre y la mujer, la única diferencia cuya unión puede provocar vida. Esto no es homofobia. Decir que dos homosexuales no pueden tener hijos no es homofóbico. Decir que la homosexualidad tiene causas psicológicas no es homofóbico. Decir que seguir todos nuestros deseos no siempre conduce a nuestra felicidad no es homofobia”.
"La Iglesia no te odia"
Por ello, dirigiéndose a los homosexuales que han sido aleccionados por estos grupos ideologizados les dice: “Respira, relájate, sé feliz: la Iglesia no te odia, Dios no te odia ni siquiera el mundo. Al menos, esta sociedad en la que vivimos. Decir, de hecho, que la homosexualidad no es necesariamente una condición inmutable y que sólo un hombre y una mujer pueden concebir un niño no es un síntoma de odio”.
Además, Giorgio Ponte recuerda que “hay hombres que han vivido durante años en el mundo gay y ahora están casados con mujeres extraordinarias con quienes han formado una familia; del mismo modo que conozco hermanos que me quieren, que persiguen la castidad, intentan amar sin la necesidad de poseer el cuerpo de los demás o el suyo propio”.
Este joven italiano confiesa que las críticas que más le llegan es por su catolicidad, y que según sus detractores, la Iglesia la ha impuesto una “visión dogmática” de la homosexualidad.
Una historia que le ha llevado hasta aquí
Y en un reciente artículo en su blog refuta estas críticas recordando que “no hay persona en el mundo que no lea la realidad de acuerdo a un sistema de de valores de referencia, y el hecho de que el mío sea católico no significa que me haga más parcial que los que puedan tener como referencia la ideología comunista, el capitalismo, la religión islámica, el racionalismo o cualquier otra cosa”.
Para él, el problema no es tanto el sistema de valores sino el motivo por el que se adopta o la actitud con la que se lleva a cabo. Y recalca que es católico, homosexual y vive en castidad no porque lo exija la Iglesia si no que por convencimiento tras su propia historia.
Unas certezas gracias a su experiencia
“Es cierto que nunca he dejado de creer que Dios existía, pero por otra parte, a menudo he dudado de que se preocupaba por mí y me quería”, asegura.
Es precisamente esta experiencia en la vida homosexual la que le ha llevado al convencimiento de sus argumentos actuales, “así que a la luz de todo esto, no puedo decir que la mía es una visión dogmática de las cosas”.
“Si digo lo que digo –agrega- es sólo porque con cada una de estas experiencias, incluso las peores, aprendí algo que me mostró una verdad insondable en nuestro interior, que es la misma que ha defendido la Iglesia siempre: nuestra naturaleza no está definida por nuestros deseos, sino por nuestro cuerpo masculino y femenino, en términos biológicos, y en términos espirituales por nuestra condición de ser hijos de Dios por el Espíritu Santo que habita este cuerpo”.
El catolicismo y su respeto de la naturaleza humana
Por ello, añade que “si nuestro cuerpo, nuestra carne, dice una verdad acerca de nosotros, definiéndolo como hombre o mujer, muestra también de una manera clara que dos personas del mismo sexo no están hechas para tener relaciones sexuales entre sí (lo que no impide amar, si por amor nos referimos a la forma en que Cristo nos ama: ‘dar la vida por sus amigos’”.
Siguiendo con su testimonio, Giorgio Ponte agrega que “si hay algo que he aprendido es que todo lo que los cristianos creemos a nivel espiritual, está enraizado primero en nuestra humanidad. No hay fe en el mundo que respete la naturaleza humana en su totalidad como el catolicismo. Y esta correspondencia no se contradice cuando nos enfrentamos a las cosas desde un punto de vista científico”.
"La Iglesia tiene razón"
En este sentido, Giorgio confiesa que “en un momento de mi viaje, se me dio la gracia de descubrir algunos de los sistemas teóricos y científicos que apoyaron firmemente lo que había vivido en mi propia experiencia y la de todos los hombres que había conocido: que la homosexualidad no es inmutable, tiene causas”.
“¿Y sabes que es lo que descubierto una vez más?”, pregunta Giorgio Ponte a los homosexuales que puedan leerle, “que la Iglesia tiene razón cuando pide castidad a aquellos que tienen heridas de identidad. Tiene razón a nivel psicológico y humano antes que en el espiritual”.
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La confesión de un doctor abortista
Massimo Segato es un médico abortista, socialista, ateo… Pero últimamente ya casi no hace abortos, intenta evitarlos. Tiene miles de ellos a sus espaldas. “Salía de la sala de operaciones y tenía un sentimiento de náuseas…”
¿Por qué ha hecho tantos abortos con dudas? Por militancia ideológica. “Alguien tenía que hacer el trabajo sucio y yo era uno de esos y todavía lo soy. Es como, para un soldado, ir a la guerra”.
Y sobre las mujeres, es claro: “No estoy sereno. Como no lo están las madres que durante tantos años han pasado por mi consulta. Jamás he visto una contenta con su aborto. Más bien, muchas son devoradas para siempre por el sentimiento de culpa”. Lo cuenta, con franqueza sorprendente, a Andrea Pasqualetto en Il Corriere.
Confesiones de un médico abortista: “Un trabajo sucio, como la guerra”
Aquel día sintió que se le helaba la sangre. La intervención no había salido bien y un mes después la señora todavía llevaba en su seno al niño que no quería.
“Había aspirado algo que no era el embrión, me había equivocado”, reconoce hoy con honestidad Massimo Segato, de 62 años, subdirector de Ginecología en el hospital de Valdagno, en el Alto Vicentino, médico no objetor con miles de interrupciones del embarazo a sus espaldas.
“Una mañana volví a encontrarme con esa señora, que acababa de dar a luz. Me detuvo y me dijo: ‘Doctor, ¿se acuerda de mí? ¿Ve esto? Esto es su error’”. Así que el niño no deseado había nacido. “Un precioso morito, ya tenía pelo y tomaba el pecho, tranquilo. Ella sonreía. Fue entonces cuando tuve mi primera crisis de conciencia”.
Hoy aquel recién nacido tiene treinta años, un trabajo y dos hermanos mayores. Y no sabe que vino al mundo por un error médico. “El error más hermoso de mi vida”, dice Segato.
Es la historia de un médico abortista y de un niño que no debía nacer. En aquella época Segato hacía trescientas intervenciones al año. Era el Veneto de la Ballena Blanca [apodo de la Democracia Cristiana], de una realidad social profundamente católica.
Un poco radical, un poco socialista, ateo respetuoso y envidioso de quien tiene fe, Segato siempre ha ido muy contracorriente.
Casi todos los ginecólogos objetan
La gran mayoría de los médicos eran y son objetores, y en Valdagno son todavía 6 de 8, y 7 de 9 en la vecina Arzignano, donde él era responsable del servicio de abortos.
“No tengo nada contra ellos. Pero entre ellos también hay algún hipócrita: conozco uno, por ejemplo, que hacía abortos clandestinos. Por no hablar de los políticos. Recuerdo un caso en el 82: me llama el director, me dice, Massimo, éste es un caso delicado. Se trataba de un importante político casado, declaradamente contrario al aborto, que había llevado a su amante. El director me dijo que pusiese a la chica en una habitación aparte para que nadie lo supiese”.
Después del error, sin embargo, algo cambió en su cabeza. Segato volvió a ver a aquella madre. “El niño crecía inteligente y vivaz. Un día la señora llegó incluso a agradecerme mi error. Es decir, se lo agradeció al Cielo. Cuando nació, sin embargo, quería denunciarme”.
Crecen las dudas
Segato continuó siendo abortista, pero afloraron dudas y redujo el número de intervenciones.
“Y cada vez que salía de la sala de operaciones tenía un sentimiento de náuseas. Comenzaba a preguntarme si estaba realmente haciendo lo correcto. ¿Cuántos niños podían ser como aquel pequeño? Pero me respondía que sí, que estaba bien lo que hacía. Lo hacía por esas mujeres”.
Sin embargo, el convencimiento ideológico vacilaba.
“Continuaba solo por compromiso cívico, por coherencia. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio y yo era uno de esos y todavía lo soy. Es como, para un soldado, ir a la guerra. Si el Estado decide que hay que ir a la guerra, alguien tiene que ir”.
Hoy, tras treinta y cinco años de servicio, Segato ya casi no opera. Hace intervenciones ginecológicas, partos, ecografías. Pero no abortos.
“Si puedo, lo evito y me siento contento. Sí, sé que yo también debería hacerme objetor, pero no lo hago por no desdecirme respecto a la decisión inicial. La verdad es que cuantos más años pasan más a disgusto me encuentro y sólo intervengo para emergencias. Pero si sucede, no estoy sereno. Como no lo están las madres que durante tantos años han pasado por mi consulta. Jamás he visto una contenta con su aborto. Más bien, muchas son devoradas para siempre por el sentimiento de culpa”.
Aquella mujer y aquel niño
Desde lo más profundo surgen preguntas existenciales: “¿La mujer o el embrión? ¿En qué momento comienza la vida? Nadie lo puede decir, ni siquiera la ciencia… tal vez la filosofía”.
La madre que no quería a su hijo se fue de Valdagno. “Tenía miedo de encontrarse conmigo, no quería que su hijo lo supiese”. Segato no les ha vuelto a ver ni les ha buscado.
Pero están muy presentes en su pensamiento y alguna vez, cuando le llaman para una emergencia, ellos le hablan en la distancia.