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«Negar a Dios y destruir los fundamentos cristianos»: el objetivo de la Agenda 2030, en 10 puntos
«Negar a Dios y destruir los fundamentos cristianos»: el objetivo de la Agenda 2030, en 10 puntos
El legado de España en América es colosal
Borja Cardelús
El legado de España en América es colosal, una simbiosis trascendental de la que emergen una historia, una raza, unas tradiciones y una filosofía vital híbridas que conforman una de las grandes culturas del mundo occidental: la civilización hispánica.
La obra de España en el Nuevo Mundo es aún muy desconocida, pese a que el sorprendente descubrimiento de un continente hasta entonces ignoto revolucionó la realidad geográfica y el orden vigente del mundo medieval. El fruto más relevante de esa obra es el nacimiento de un nuevo espacio cultural, la Civilización Hispánica, 600 millones de personas que comparten una misma sangre mestiza, así como unas comunes lengua, religión, cultura y costumbres, y que se extiende sobre España, Iberoamérica y los Estados Unidos.
La huella de España en Estados Unidos es
profunda, ya que permaneció allí durante tres siglos, con soberanía sobre tres
cuartas partes de su territorio, dejando un inmenso legado explorador,
material, cultural y humanístico, y logrando a través de las misiones la
supervivencia de las razas indias hasta el momento actual.
Aún más desconocida es la gesta de España en el Pacífico, que descubre y emplea para circunnavegar por vez primera el planeta, y que luego explora profundamente hasta dominarlo, llegando a ser llamado El Lago español, incorporándolo a su acervo colonizador a través del Galeón de Manila, la primera globalización del mundo.
La Leyenda Negra ha falseado la realidad de la colonización española, ya que a través de las Leyes de Indias, cuerpo jurídico precursor de los derechos humanos, proteccionistas a ultranza del indio americano, logró la supervivencia a largo plazo de las razas nativas, de tal modo que, pese a la mortandad inicial indígena causada por los virus, cuando España salió de América vivían más nativos que a su llegada, y en los Estados Unidos solo queda abundante población india en las áreas ocupadas por España.
América hispánica constituye, en esencia, el encuentro entre dos mundos, una simbiosis trascendental de la que emergen una historia, una raza, unas tradiciones y una filosofía vital híbridas que conforman una de las grandes culturas del mundo occidental: la civilización hispánica.
15 aportaciones que el cristianismo ha hecho a Europa… y al mundo
15 aportaciones
que el cristianismo ha hecho a Europa… y al mundo
El perdón, la noción de persona
y la gratuidad son algunas de ellas
La situación
actual de Europa es ambigua y llena de contradicciones. Por un lado, tiene un
potencial enorme, y por otro presenta signos preocupantes.
¿Qué elementos
de tradición y de origen cristiano pueden contribuir a hacer una Europa mejor,
más humana?
Nos propone 15
ideas, desde su sabiduría de ecumenista, el profesor y cura Antoni
Matabosch, que ha sido presidente de la Fundació Joan Maragall, a quién el
Gobierno Catalán acaba de conceder la Cruz de Sant Jordi.
1. La noción
de persona. En la
tradición judeocristiana encontramos la gran novedad que Dios quiere establecer
una relación de amor / amistad con cada hombre y con cada mujer. Todos los
seres humanos son amigos de Dios de la misma manera. Todos son iguales y
valiosos. No son Dios, pero son imagen de Dios. La suprema dignidad de todo
hombre / mujer es un bien democrático incuestionable, es un bien cultural
supremo y no negociable. En la reflexión cristiana posterior, esta dignidad
humana fue llamada persona e implica cuatro dimensiones principales. La persona
es subjetividad y autoposesión, se pertenece y administra (es el valor único e
irrepetible de toda persona). También es apertura al tu y a los demás. Es ser
con los otros, solidariamente. Es, finalmente, apertura a Dios.
2. La primacía
del ser sobre el tener. Si no
se pone en primer término cada persona humana y su maduración personal, es
fácil caer en el «fetichismo de la mercancía», como diría Marx. El consumismo y
el productivismo radical nos envuelven en una rueda en la que somos absorbidos
por lo que es externo, y el exceso no nos hace más personas. Es una caída en la
exterioridad personal y en las tiranías de la propaganda.
3. La síntesis
entre logos (razón) y ágape (amor). La tradición
griega ha aportado el valor de la racionalidad, de la razón, que ha dado los
frutos durante toda la historia de Europa, con un acento especial en la
Modernidad. Por eso hay que tener cuidado con las corrientes actuales que
hablan de “pensamiento débil” (Vattimo), de “pensamiento o sociedad líquida”
(Baumann) o de postverdad. Hay que rechazar, sin embargo, un racionalismo
unidimensional. La dignidad de la persona humana exige que todo (también lo más
ingenioso y agudo) esté empapado por el amor. No sin razón se habla ahora de la
inteligencia emocional. San Agustín ya decía que «no se puede entrar en la
verdad si no es por la caridad»: sólo una razón arraigada en lo que es más radical,
el amor, se revela como el más razonable y, por tanto, como la matriz más
fecunda de toda buena cultura. Esto también nos ayuda a entender la
razonabilidad de la fe.
4. La
historia, espacio de la libertad creativa del hombre. El devenir
histórico tiene un sentido que está en manos de la acción humana singular y
colectiva. No hay un determinismo fatalista, ni un eterno retorno. Hay un mundo
y una sociedad que va creando una cultura llevada por la mano del hombre. Nada
más lejos de una visión trágica del proceso histórico, aunque debido a la
libertad podemos avanzar o retroceder. La realidad es producto de la libertad.
5.- Los
derechos humanos, el valor de la democracia y del estado de derecho. La concepción
de todo ser humano como persona, con una dignidad inviolable, ha llevado poco a
poco a afirmar unos derechos humanos universales, proclamados finalmente por la
ONU en 1948. Los derechos humanos proporcionan un fundamento sólido para
instaurar y vivir en democracia, teniendo como base del Estado de Derecho.
6. La apertura
a lo trascendente. Cuando
una sociedad se cierra sobre sí misma y no se abre a todo lo que la sobrepasa,
se asfixia, queda reseca. Es aquella apertura al que se llama los
trascendentales: la belleza, la verdad, la bondad. Incluye la religión, pero se
amplía a otras dimensiones. Esta apertura es el origen de grandes empresas y
creaciones.
7. El
ecumenismo y diálogo interreligioso. El ecumenismo
busca la unidad de los cristianos y de las iglesias, en una Europa
pluriconfesional cristiana que en el pasado fue un nido de discordias
religiosas. El ecumenismo se basa en la libertad religiosa, en la aceptación de
los valores de los otros, al tener una identidad propia clara pero abierta a
nuevas ideas, y, finalmente, en el diálogo. Por otra parte, Europa es cada vez
más plural, más plurirreligiosa y la experiencia que tienen las confesiones
religiosas en las relaciones interreligiosas contribuye mucho a la paz y la
convivencia. Las relaciones interreligiosas buscan la armonía y se basan en la aceptación
de los valores religiosos de las otras religiones, la colaboración por el
bienestar de la sociedad, las experiencias religiosas compartidas y en el
diálogo.
8. El
favorecer un Islam europeo. Ciertos
valores y visiones cristianas muy asentadas y convertidas ya en cultura común
de los europeos pueden ayudar a que los musulmanes establecidos en Europa
practiquen un Islam que no sea puramente de imitación de lo que es tradicional
en sus países de origen. Los valores básicos de los europeos podrían influir en
una mayor aceptación de todos los derechos humanos, a introducir la razón
hermenéutica en sus textos sagrados y que se convierta cada vez más en una
religión sólo religiosa.
9. La unidad
de la familia humana y la solidaridad universal. Si la tradición
europea, basada en la enseñanza bíblica, nos enseña que todos los hombres y
mujeres son iguales en dignidad y forman una sola humanidad, deberíamos ser
solidarios con todo el mundo habitado. «La Europa que hemos sido llamados a
construir», dice el card. Martini, «debería ser capaz de ofrecer a todo el
mundo una nueva contribución de sabiduría: la que brota de aquella cultura
milenaria que la savia vital cristiana ha contribuido a madurar en el curso de
los siglos. En efecto, se pide a Europa que no se cierre sobre sí misma, sino
que siga estando abierta a toda forma de cooperación, sobre todo a favor de los
pueblos y los países más necesitados. También en favor de la construcción de
una civilización en la que el hombre se vuelva a reconciliarse con la creación,
con sus semejantes, consigo mismo ». No basta con crear la «casa común
europea»: hay que contribuir a formar una “familia de naciones».
10. Una nueva
cultura de la solidaridad acogedora. La tradición
cristiana hace hincapié en el amor a los demás, en las obras de misericordia.
Europa debería aprender a crear un sistema y una cultura del asilo y de la
migración. Deberían estar abiertas las puertas a los inmigrantes y refugiados.
El cierre hacia los demás crea una Europa egoísta y mísera.
11. El derecho
de los pueblos. Entre
las nuevas generaciones de derechos humanos, junto a los individuales y
económicos, hay que poner los derechos de los pueblos, los cuales, basados en
una cultura propia, forman una nación aunque no tengan Estado. Juan Pablo II ha
repetido muchas veces esta doctrina, especialmente ante la ONU, en 1995. La
Unión Europea debería reflexionar seriamente sobre los inconvenientes y las
injusticias que implica el estar fundamentada sólo en las naciones-estado. La
Unión Europea debería estar igualmente atenta a la unificación universal y la
pluralidad de entidades que la componen.
12. Aprender a
distinguir entre política y religión y entre Estado y religión. Las
vicisitudes de la historia han sido muy variadas, pero si se devuelve a las
raíces cristianas, los cristianos pueden aportar la importancia básica de la
separación de las religiones y el Estado, la libertad religiosa, que el Estado
reconozca la positividad básica las religiones y la necesidad de que se
establezcan acuerdos o convenios a fin de asegurar la paz social.
13. Las
estructuras universales y el principio de subsidiariedad. Para alcanzar
y afianzar un mundo solidario y que respete todos los pueblos de la tierra, es
cada vez más necesario crear estructuras internacionales: un nuevo Derecho
internacional, una nueva estructura mundial económica y financiera, tribunales
que ayuden a superar tensiones entre pueblos, un gobierno universal y
democrático que supere las actuales soberanías, etcétera. Como principio rector
de esta nueva forma de comunidad mundial, habrá que aplicar con rigor el
principio de subsidiariedad según el cual todo lo que se pueda hacer a un nivel
inferior no es necesario que lo haga uno superior, a fin de asegurar al máximo
la participación de todos a todos los niveles. Sería bueno que Europa fuese un
buen ejemplo.
14. Crear una
“casa común europea”. La
Asamblea Ecuménica Europea de Basilea remarcó que los cristianos deben ayudar a
reencontrar el alma de Europa, una especie de “casa común europea”, un modelo
de vida sustentado, basado en el humanismo, con un “reglamento de la casa
“sustentado en la igualdad, los valores compartidos, el diálogo, la acogida,
etc.
15. El perdón
reconciliador, la acogida y la gratitud. Para llevar a
cabo estos valores que están en la tradición de Europa se necesitan unas
actitudes de fondo que son inequívocamente cristianas y profundamente humanas y
humanizadoras. Para superar de verdad los enfrentamientos, las guerras o el
terrorismo, llega un momento que sólo el perdón lleva a la reconciliación y la
paz verdadera y duradera. Sólo una actitud acogedora de toda clase de vida y de
toda persona (venga de cerca o de lejos) puede poner una base estable de
convivencia ciudadana. La gratitud es la capacidad que se tiene que contemplar
algo como un don recibido, como un regalo, que se debe guardar con cuidado.
Europa y el mundo debería vivir como un intercambio mutuo de dones.
La economía Hispanoamericana era fuerte
José María Trevijano
La economía Hispanoamericana era fuerte
EEUU, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, la India, Paquistán, Egipto, Kenia,
Ghana, Birmania, Sierra Leona, Nigeria, Tanganika, Rhodesia del Norte, Rhodesia
del Sur, Bostbuana, Sudáfrica, Gambia, Benin, Irlanda, Somalia, Etiopía,
Swazilandia, Trinidad y Tobago, Jamaica, Uganda, Palestina, Irán, Irán,
Jordania, Afganistán, Papua Nueva Guinea, Malasia, Borneo, Singapur, Hong Kong,
Gibraltar, Islas Solomón, Nepal, Sudán, la Isla de Diego García y algunos más
que me queden han sido colonias británicas. No solo EEUU (las 13 colonias),
Australia, Canadá y Nueva Zelanda han sido colonias británicas, sino que
también hay otros cerca de 40 países o territorios que también han debido tener
el privilegio de serlo, ¿pero, qué es lo que les diferencia?
1) Que en los cuatro primeros países citados, los colonizadores anglos
practicaron con gran éxito el genocidio de sus poblaciones originales de las
que apenas queda rastro y fueron sustituidas con europeos, con lo que
acapararon inmensos territorios sin sentir culpabilidad alguna, dando por hecho
que se lo merecen, y que son países desarrollados y líderes.
2) Que en los territorios donde la población original no pudo ser
exterminada, porque no había tantos ingleses y europeos anglófilos para
repoblar, casi todos esos países sufrieron, y muchos siguen sufriendo, las
mayores pobrezas y miserias del mundo habiendo sido común en todos ellos las
ocupaciones y expropiación de las tierras de los nativos, los desplazamientos
forzados para la creación de reservas y mejora de explotación favorables a las
compañías del imperio británico que eran su avanzada, y con ello la
pauperización, miseria, segregación y la destrucción cultural, y la explotación
sin contrapartida alguna a la que fueron sometidos por los británicos, etc.
Así, la India que cuando llegaron los británicos suponía cerca del 25% del
PIB Mundial, quedó reducida a menos del 3% en el momento de la independencia,
después de un par de siglos de explotación sistemática y marginación industrial
para promover la industria británica con las materias primas indias a cambio de
nada, excepto hambrunas y el idioma.
3) Hubo otros países, que no fueron formalmente colonias como China o las
repúblicas surgidas de los despojos del Imperio Español siguiendo el
"divide et impera" que el Imperio Británico impuso a través de los
criollos masónicos, que actuaron como sus agentes en el final de los
virreinatos.
En esos países, por la fuerza de las armas y la imposición de tratados
comerciales y cesiones territoriales como en China o por someterlos
aprovechando su estrenada debilidad, por su pequeña entidad uno a uno frente al
imperio británico, a la esclavitud de la deuda eterna en la que incurrieron sus
próceres para enriquecerse a sabiendas de la estafa a sus países y aceptando
las consiguientes obligaciones comerciales con garantías soberanas de la
deuda-estafa por las que, además, otorgaron la condición de nación más
favorecida a favor del Imperio Británico y de sus empresas comerciales,
quedaron sometidas como colonias tributarias de facto al Imperio anglo durante
la mayor parte de su supuesta independencia, y con ello el gran retraso de
muchas que fueron economías relativamente avanzadas en tiempos de los
virreinatos.
4) Otras colonias británicas han prosperado parasitando los países de las
que fueron arrebatadas, como Hong Kong de China y Gibraltar de España.
5) Singapur, no tuvo otro interés para los británicos que ser una base
naval. Cuando por fin accedieron a la independencia era un territorio
subdesarrollado pero que gracias a la labor de sus líderes, una dinastía de
varias generaciones, han sabido aprovechar la situación estratégica de Singapur
en Asia para prosperar a sus excelentes niveles actuales.
En cualquier caso, si lees la lista de las excolonias británicas de mi
enunciado, te darás cuenta que la premisa de tu pregunta es falsa.