Ejemplo impresionante: una madre
heroica
Abusada desde los cinco y
obligada a abortar a los 12, rechazó hacerlo a los 13 años.
Desde el portal Choices4Life nos lo cuenta
"Hay muchas cosas que no habrían tenido que
pasar. Pero hay cosas en la vida por las que merece la pena luchar. ¡Tener a mi
hija me salvó la vida!" explica Anna Richey. "Me estremezco al pensar
en lo que habría sido aquél tiempo si la hubiera abortado".
Después de
una infancia llena de abusos sexuales y palizas, Anna Richey
descubrió cómo el aborto no podía ser la solución al drama que padecía y, en su
segundo embarazo inesperado, con 13 años, apostó por su hija.
“Hay muchas
cosas que no habrían tenido que pasar. Pero hay cosas en la vida por las
que merece la pena luchar. ¡Tener a mi hija me salvó la vida!” explica Richey.
Años después de
sufrir en su infancia la joven dirige el portal Choices4Life, dedicado a “restaurar
el honor y la dignidad de las madres y los hijos concebidos en una violación”.
Anna Richey sufrió abusos desde los cinco años de edad
por parte de su padrastro y quedó embarazada por primera vez a los 12.
Atenazada por el miedo, machacada física y psicológicamente, fue incapaz de
enfrentarse a su agresor.
Cuando éste se
enteró de que estaba en estado, le propinó un puñetazo en el estómago y le
obligó a tomar píldoras abortivas que, desgraciadamente, le hicieron
perder a su primer hijo.
“El mató a
mi bebé”, explica
Anna, que describe sus sensaciones de entonces: “De todas las cosas que me
sucedieron esto es lo que más me angustia. Nunca sabré quién podría haber sido
mi hijo. Mi única esperanza es saber que algún día conseguiré verle a él o ella
en el cielo”, “Sentí que si abortaba, estaría haciendo lo que él quería y
ganaría otra vez”.
No estaba dispuesta a abortar de nuevo
Poco después de
esta trágica experiencia, Anna siguió sufriendo abusos y, en una de las muchas
violaciones a las que le sometía su padrastro, volvió
a quedar embarazada. Sabiendo
que si se lo contaba, volverían a obligarla a abortar, esta vez decidió
decírselo a su madre, que vivía totalmente ajena a lo que sucedía.
“Sentí que si
abortaba, estaría haciendo lo que él quería y ganaría otra vez. No sólo habría matado toda mi inocencia, también yo sería
cómplice de matar a mi hija".
Su madre, al
conocer el drama, recogió todas las cosas de Anna y sus hermanos, salieron
de la casa y denunciaron ante la Policía todo lo sucedido. Finalmente, el padrastro abusador de Anna fue condenado
a la cárcel. Y no sólo por abusar de Anna, sino por forzar también a la otra
menor que vivía en la casa, su hermana.
La importancia de la ecografía
Cuando le hicieron
la primera ecografía, Anna confirmó su intuición de que el aborto no iba a
cambiar nada del horror que padeció, no iba a incrementar la pena para su
agresor, ni le iba a aportar nada beneficioso: el aborto sólo iba a suponer la muerte de un inocente que no
tiene culpa de los delitos de su padre, ni de la difícil situación de su madre.
Al oír por
la ecografía el latido del corazón del ser humano que crecía en su interior, todas sus
dudas se disiparon: “Me enamoré. Fue entonces cuando decidí que
tampoco podía darlo en adopción”.
“Ella es la
belleza surgida desde mis cenizas; luz en la oscuridad que yo había
soportado”.
Y eso que, siendo
una niña tan pequeña, todavía en desarrollo, el embarazo no fue
precisamente un camino de rosas. Unas seis semanas antes de lo previsto,
empezaron las contracciones, que frenaron con medicación.
Al mismo tiempo, le
dieron esteroides para ayudar a un mejor desarrollo del bebé, que finalmente
nació tres días después.
“Hay muchas cosas
que no habrían tenido que pasar. Pero hay cosas en la vida por las que
vale la pena luchar. ¡Tener a mi hija me salvó la vida! Ella es la belleza
surgida desde mis cenizas; luz en la oscuridad que yo había soportado. Me
estremezco al pensar en lo que habría sido aquél tiempo si la hubiera abortado“,