Washington: el funeral del juez Scalia se convirtió en un triunfo
de la evangelización.
El
sacerdote e hijo del juez Scalia aprovecha el funeral de su padre para predicar
el evangelio a todo EE.UU
El pasado sábado 20 de febrero,
en la basílica del templo nacional de la Inmaculada Concepción en Washington,
tuvo lugar el funeral por el alma del juez católico y pro-vida de la Corte
Suprema, Antonin Scalia, que falleció el pasado 13 de febrero. Su hijo Paul
Scalia, sacerdote de la diócesis de Arlington (Virginia), ofició la Misa y
predicó una homilía que ha causado gran impacto.
El
impacto de la homilía del P. Scalia ha sido extraordinario. Varias cadenas de televisión retransmitían en
directo la misa, y desde luego todas informaron de ella y
recogieron lo esencial de sus palabras.
El
padre Scalia, en vez de
centrar su sermón en su padre, lo hizo en la proclamación de las verdades
esenciales de la fe, aprovechando la repercusión nacional del acto para un impresionante momento
evangelizador. Modelo de pieza oratoria fúnebre, la homilía se ha convertido en
noticia por sí misma, siendo reproducida en su integridad, por escrito y en
vídeo, por numerosos medios de comunicación.
En
el funeral de su padre, el padre Scalia proclamó el Evangelio ante toda la
nación. Un funeral católico ofrece una importante
oportunidad catequética para reflexionar sobre nuestra
misión en la tierra y sobre el deseo de Dios de que libremente elijamos unirnos
a Él en el paraíso.
«Es difícil
imaginar un instrumento de evangelización más poderoso que las
palabras fieles y sentidas de un hijo amante, parte de una gran familia
católica, hablando de sus padres en el cielo y en la tierra», comenta Kate O´Hare en Catholic
Vote, tras destacar que toda la ceremonia -«para muchos, la primera misa
que veían»- fue «hermosa, solemne, reverente».
«El
padre Scalia sabía que iba a hablar ante miles de personas en el templo y antes
cientos de miles, incluso millones, por la televisión», destaca Michael Pakaluk en Crisis Magazine bajo
el titular «La belleza de la homilía funeraria del padre Scalia».
Alaba
la homilía por su estructura en tres partes bien definidas, «invitando a los
presentes a reflexionar sobre el pasado con la acción de gracias; a mirar
el presente, con el dolor; y a mirar al futuro, con la esperanza».
Y
destaca varias virtudes de las palabras del hijo ante el recuerdo de su padre:
evitó el sentimentalismo «aferrándose a las verdades», no cayó en «el error tan
común de canonizar al muerto» (de hecho, recordó que su padre era un pecador y
se estaba allí para implorar sobre él la misericordia de Dios) y
«estableció una vinculación, tan hermosa como absolutamente apropiada, entre su
homilía y el sacrificio de la misa que iba a tener lugar
inmediatamente».
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