Quedaron huérfanos tras atentado del 11S y Dios
bendijo a estos 10 hermanos por su fe.
"Eso es algo que nuestros padres nos transmitieron.
Cuando hay sufrimiento, hay también alegría al final”
En Nueva Jersey,
los Palombo son una familia católica del
Camino Neocatecumenal que viven en Estados Unidos y que permanece unida por su
fe en Cristo, a pesar de que su padre perdió la vida durante el atentado de las Torres
Gemelas en 2001, y ocho años más tarde su madre partió debido a un cáncer. Esta
es su historia.
La
cadena televisiva CNN presentó este edificante caso en el
que se ve que Dios es muy importante en la vida de los Palombo, quienes aún
viven juntos, mantienen viva la fe y sobrellevan con esperanza las duras
pruebas gracias a los transmitido por sus padres.
Han
transcurrido 15 años del ataque terrorista en el World Trade Center de Nueva
York. Aquel fatídico 11 de septiembre en el que Frank Palombo dio su vida para
salvar otras, no solo como uno de los 343 valientes bomberos que murieron ese
día, sino como un fervoroso católico que marcó la vida de toda su familia y su
comunidad.
En
2001, después del fallecimiento de Frank a los 46 años, fue su esposa, Jean
Palombo, quien tuvo que hacerse cargo de sus 10 hijos en su hogar de Brooklyn:
8 hombres y 2 mujeres que en aquel tiempo tenían entre 11 meses y 15 años.
El
peor temor de Jean era que el Estado pusiera en duda su capacidad para criar a
sus hijos, y por lo tanto, los separaran de ella. Sin embargo, esta madre
mantuvo su fe en Dios, pensó en el amor que compartió con Frank durante 19 años
y las lecciones aprendidas.
"Dios provee", repetía
siempre.
A
pesar de las dificultades, Jean y sus 10 hijos siguieron adelante. Si bien
recibió ayuda de parientes, bomberos y miembros de la iglesia, la gente decía que fue la
firme determinación de Jean lo que mantuvo a sus hijos por el buen camino.
En
2009, 8 años después de la muerte de Frank, la familia recibió otro duro golpe:
Jean fue diagnosticada con cáncer de colon, por lo que tuvo que recibir un tratamiento
de quimioterapia y someterse a múltiples cirugías.
"Miren
lo que hemos pasado juntos. Van a estar bien. Sean agradecidos. A veces las
cosas van mal. Amen la vida, y hagan lo
mejor que puedan”, les dijo Jean a sus hijos el 8 de agosto de 2013, día en
que dejó este mundo, a los 53 años.
Jean
murió en su casa rodeada de sus hijos y hermanos, quienes rezaron la oración
del Credo durante sus últimos minutos.
Una
de sus hijas, Maggie, de 13 años, dijo que experimentó una profunda paz: “mi mamá está en el cielo, yo sé que ella tiene la alegría
completa, ¿qué más puedo desear para ella?”
Daniel,
su hijo de 16, dijo sentirse muy afortunado de ser parte de esta familia,
porque vio todo el bien en medio del
sufrimiento y la partida de su madre, “en la forma en que ella ayudaba a
otros a ver las cosas con fe”.
Hoy
en día los 10 hermanos viven en una casa de dos pisos en Ridgewood, Nueva
Jersey.
Patrick,
de 21, explicó que Frank y Jean les “inculcaron la importancia
de estar juntos, comer juntos, rezar juntos. Esas tres cosas en
particular."
Los
domingos, todos se reúnen para realizar la oración de la mañana. Narran también
que su padre solía orar en la mesa de comedor y darle gracias a Dios por
haberlo bendecido con tantos niños.
La
muerte de Frank
En
septiembre de 2001, Frank tenía planeado retirarse para el inicio del siguiente
año. Sin embargo, en la mañana del 11 de septiembre de aquel año ocurrió el
ataque terrorista a la Torres Gemelas, donde perdió la vida.
En
medio de la devastación su familia recibió muchos mensajes de cariño. Los
jóvenes con los que Frank trabajaba en la iglesia llamaron para decir que su
padre le cambió las vidas. Desconocidos escribieron cartas, les enviaron
edredones cosidos a mano y sobres con dinero.
Después
de la tragedia, Jean se aseguró de esclarecerles a sus hijos, en todo momento,
cualquier duda sobre el amor infinito y misericordioso que Dios tenía con
ellos. Ella incluso perdonó a los terroristas. "El amor de Dios superó
este mal".
Su
hija María encuentra consuelo sabiendo que su madre, quien temía que sus hijos
sufrieran en este mundo, les dio un amor duradero y el conocimiento de que el
sufrimiento los haría más fuertes.
"Eso es algo que nuestros padres nos
transmitieron. Cuando hay sufrimiento, hay también alegría al final”.