Feminidad
y masculinidad.
Los
extremismos en sexualidad ya no sirven.
La sociedad moderna necesitaba una puesta al día en
enfoque de aspectos dependientes de la sexualidad como la igualdad de derechos
de la mujer y el respeto a la homosexualidad.
Para el progreso de
la mujer ya no hace falta el feminismo.
Los movimientos feministas beligerantes han jugado un
papel importante y se justificaron por la recalcitrante cultura machista. Una
vez implantada universalmente la cultura de la igualdad derechos entre el
hombre y la mujer, el feminismo beligerante ha perdido su justificación. Hasta
en los países no avanzados, de cultura todavía machista, la igualdad de
derechos es un proceso imparable. Por ejemplo,
para combatir el feminicidio ya no es preciso el extremismo feminista,
basta con aplicar debidamente las legislaciones y el aplastante apoyo popular,
no necesariamente feminista.
Establecer una
sociedad feminista sería tan erróneo como la sociedad milenaria machista que
hemos padecido. Muchas mujeres, ya completamente incorporadas a la
sociedad, no se sienten representadas por los movimientos feministas; les
parece indignante, por ejemplo, que se
establezca una cuota de mujeres dentro de los partidos políticos o en los
puestos de poder; cuando ya hay igualdad de derechos, lo “femenino” es ganarse
esos puesto en la justa pugna democrática y no que se lo “regalen”.
Muchas mujeres no están de acuerdo en que el aborto
sea una conquista de la mujer. Basta con ver el enorme crecimiento de sitios
pro vida en las redes sociales. Tampoco comparten que haya que
“profesionalizar” la prostitución, sino configurar una sociedad en la que
ninguna mujer tenga que prostituirse para sobrevivir. La mayoría de las
mujeres, sin pertenecer a movimientos feministas, están completamente en contra
de la “ablación femenina” realizada en muchos países atrasados, y no admiten la
cultura islámica de “sometimiento” de la mujer. Tampoco las mujeres necesitan inscribirse en un grupo feminista
para estar en contra del comercio sexual de personas.
Incorporar la cultura femenina a los centros de poder
y decisión enriquece a la humanidad que,
sin ella, queda incompleta, sin
perspectiva visual, tuerta. De la misma
forma que la persona necesita dos ojos para una visión correcta, la humanidad
necesita el cerebro femenino y masculino para tener una perspectiva correcta y
no una visión chata.
Homofobia: de la
tolerancia a la intransigencia
Desde mucho antes de que se hiciera público el debate
social acerca de la homosexualidad, los psiquiatras ya la habían definido como “disforia
sexual”, es decir, disfuncionalidad, falta de correspondencia entre la
constitución fisiológica de una persona y su atracción afectivo-sexual; un
trastorno de identidad sexual. Disfunción que afecta a un pequeño porcentaje de
la población y más frecuente en el proceso de maduración de la
niñez-adolescencia, superable, en la mayoría de los casos, de forma más o menos
traumática.
Como una manifestación más de la inculta cultura
machista, los homosexuales han sufrido históricamente humillaciones. Claramente,
eso es inadmisible y atenta a los derechos elementales de las personas. Han
jugado un papel importante y valiente los movimientos a favor de los derechos
de este grupo social. Pero, una vez recogido en la legislación de países e
instituciones internacionales, el proceso de implantación está marcado y el
respeto a los homosexuales se va implantando, de forma más o menos lenta, en
las sociedades.
A la reclamación de los derechos de los homosexuales
se han añadido los otros pequeños grupos sexualmente desconsiderados para
agruparse en el colectivo gay, o de los LGTB, que han tenido la habilidad
comunicativa de apoderarse de muchos medios de comunicación y centros de poder
nacionales e internacionales. Siendo un
grupo social numéricamente pequeño han organizado un verdadero lobby de presión
política e ideológica a todos los niveles. Los grupos políticos, faltos de
ideas e, incapaces por su propia corrupción, de resolver las desigualdades
sociales y económicas, enarbolan tanto la bandera lgtb, como la abortista, para
lucir una falsa imagen de “progresismo”.
También van apareciendo homosexuales que no comparte
la “ideología gay” y se muestran muy contrarios de la estrategia “fanática” que
estos grupos han adoptado.
La llamada cultura
de género como paraguas de los extremismos en sexualidad.
La ideología de género pretende imponernos que las
diferencias hombre-mujer son una pura estructura sociocultural que no obedecen
a origen biológico sino artificial. Es cierto que a lo largo de la historia las
manifestaciones de lo femenino y masculino han ido evolucionando y adaptándose
a la cultura y costumbres o modas de cada época. Pero eso es cierto solamente
en lo accidental, que se refiere a gustos o modas cambiantes. En lo esencial,
la distinción hombre-mujer, es de origen natural, biológico, aunque solo fuera
para la procreación y supervivencia de la especie humana. Esa distinción
biológica genera la distinción sicológica, mental.
La biología nos enseña que las hormonas determinantes de la monosexualización
del feto (testosterona y estrógenos)
son las responsables de identificar al nuevo ser y dotarlo de una estructura
cerebral masculina o femenina.
Sobre esa diferenciación esencial entre la feminidad y masculinidad
pueden añadirse todas las estructuras culturales que cada época considere pero,
la distinción esencial permanece.
La cultura de género nos llevaría a una concepción
confusa del matrimonio y a la familia como algo inútil. Todo ello a través del
“adoctrinamiento” de los niños en los colegios y en la televisión, contra la
voluntad de sus padres.
Esta “pelea” entre machismo, feminismo y
homosexualidad nos está obligando a redescubrir la feminidad y masculinidad
como elementos constitutivos de la persona. Necesitamos realizar de forma
consciente la alianza natural,
“estratégica”, entre la cultura masculina y la femenina, sustituir el
enfrentamiento por una alianza de media humanidad con la otra media.
Por ejemplo, si alguien nos solicita definir “juventud”
y “vejez”, podemos hacerlo pero, sería
un esfuerzo superfluo. Las ideologías
extremistas de sexualidad nos obligan a definir algo tan natural y tan obvio
como la feminidad y la masculinidad. Dejamos esa tediosa tarea académica
para psicólogos y antropólogos.
Para el ciudadano “de a pie” nos basta lo que dice el
diccionario de la Real Academia Española:
Femenino
1. adj. Perteneciente o relativo a la mujer. La categoría femenina del torneo.
2. adj. Propio de la mujer. Un gesto femenino.
3. adj. Que posee características atribuidas a la mujer. Su abuela fue una mujermuy femenina.
4. adj. Dicho de un ser: Dotado de órganos para ser fecundado.
5. adj. Perteneciente o relativo al ser femenino. Célula femenina.
Masculino:
1. adj. Perteneciente o relativo al varón. La categoría masculina del torneo.
2. adj. Propio del varón. Unas manos masculinas.
3. adj. Que posee características atribuidas al varón. Presume de ser muy masculino.
4. adj. Dicho de un ser: Dotado de órganos para fecundar.
5. adj. Perteneciente o relativo al ser masculino. Célula masculina.
Feminidad:
1. f. Cualidad de femenino.
2. f. Med. Estado anormal del varón en que aparecen uno o varios caracteres sexuales femeninos.
Masculinidad:
1. f. Cualidad de masculino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario