CONTRA LUTERO... y su legado...
Estigmatizar a todo un pueblo, el español y la hispanidad, es lo que hizo y hace el protestantismo, desde Lutero a Schiller, como tampoco hay que olvidar la persecución implacable de que los luteranos hicieron víctimas a los anabaptistas y a otros disidentes.
Lutero
escribió: «tolerabilius ese vivere sub Turca quam Hispania, nam Turcam
confirmatio regno servare iustitiam, sed Hispanos plane esse bestias» («más
tolerable es vivir bajo poder turco que español, puesto que los turcos
sostienen su reino con la justicia, mientras que los españoles evidentemente
son bestias») y muchas otras lindezas xenófobas que solo podían salir de un
xenófobo analfabeto inspirado por el demonio con el que se encuentra.
Para los que piden citas, solo ésta, pues intento evitarlas para ahorrar tiempo a quien me lee (no busco nunca probar o convencer, pero sí volcar solo verdades): Heinz Schilling, Del imperio común a la leyenda negra: la imagen de España en la Alemania del siglo XVI y comienzos del XVII, en España y Alemania: percepciones mutuas de cinco siglos de historia, Madrid, 2002.
Y es que España
fue y es atacada por todas partes porque permaneció católica tras Lutero, y
para más, defendió la fe y la llevó por toda la humanidad.
Lutero fue
maestro y precursor de la propaganda. Él fue el primero. En Wittemberg, el
convento agustino que convirtió en un palacio para su familia y amigos, se
pueden ver los panfletos que realizaba: todos violentísimos, anticatólicos,
llenos de falsedades que luego circulaban por toda Alemania, en especial entre
la población más pobre y menos instruida que no tenía herramientas para
contrarrestarlos.
Desde que Lutero clavara en octubre de 1517 sus 95 tesis heréticas en la puerta de la capilla del Palacio de Wittenberg, muchos conocen que solo trajo muerte y guerras, pero pocos saben de la hispanofobia que respiraba este hereje que terminó sus días carcomido por un pecado que le llevó al suicidio.
Y es que el mayor enemigo del protestantismo fue y es la hispanidad, por los valores católicos entre otros que representa y que aún están en su derribo.
En respuesta,
hay que decir lo que es la herencia de Lutero y el protestantismo en tantos
tentáculos como ha tenido, si bien cada una de las flores que vienen a
continuación merecería un artículo aparte, lo dejamos ahí… de momento.
Contra los
inmigrantes católicos-irlandeses, los protestantes de EEUU dieron a luz en las
décadas de 1840 y 1850 el Know-Nothing Party y su criminal revuelta nativista
de Filadelfia, así como en su virulento anticatolicismo las Intolerable Acts,
el Bloddy Monday y las Orange Riots en Nueva York de 1871 y 1872.
No hay espacio para detallar el odio anticatólico y la impiedad que hay detrás de todo, pero de momento solo mencionar ciertos hitos vergonzantes históricos valdrá para quien desee investigar lo que hay detrás.
Como las
Enmiendas Blaine, que prohibieron que el dinero de los impuestos se utilizase
para fundar escuelas parroquiales católicas…o lo que se escondía tras el Ku
Klux Klan o cómo se financió al maniaco ateo y genocida Plutarco Elías Calles y
sus esfuerzos por matar católicos durante las guerras cristeras.
Pero como el
cristianismo va de perdón, solo expondré la dialéctica cristiana para con los
protestantes, sin esperar lógicamente que nunca pidan perdón.
OS PERDONAMOS vuestra hispanofobia y las guerras de religión en que nos metió Lutero… por crucificar la historia de España con su insidiosa e indecorosa leyenda negra, que envenenó la mente de cientos de millones de personas, que prefieren creer las mentiras sobre España antes que asumir el riesgo de leer algún libro al respecto….
María Elvira
Roca Barea, autora de “Imperiofobia y Leyenda Negra”, recuerda los orígenes
protestantes de esa fabulación, para quien quiera mirarlo.
OS PERDONAMOS
por llamar “Anticristos” y “Prostitutas de Babilonia” a todos y cada uno de los
Papas.
OS PERDONAMOS
por apoyar el Acta de Supremacía de Enrique VIII, en virtud de la cual la
Iglesia ganó muchos mártires.
Igualmente OS
PERDONAMOS por las Recusancy Acts y por el ficticio Popish Plot. O por el hecho
de que, como católicos, nunca podremos sentarnos en el trono británico (tampoco
lo deseamos) aunque, literalmente, a todos los demás les está permitido.
OS PERDONAMOS
protestantes por The Troubles en Irlanda y por Oliver Cromwell y por la
planificada Gran Hambruna Irlandesa y por las matanzas y la ocupación militar
de ese país.
OS PERDONAMOS
por esclavizar a 50.000 hombres, mujeres y niños que fueron expulsados a la
fuerza de Irlanda y enviados a las Bermudas y a Barbados como trabajadores sin
remuneración: los primeros esclavos de América.
OS PERDONAMOS
por las Gavazzi Riots en Canadá y por la Orden de Orange y por la Regulación 17
de Ontario que arruinó las escuelas católicas de Quebec. Ni siquiera mencionaré
la American Protective Association y su contrapartida canadiense, la Protestant
Protective Association, dado que OS PERDONAMOS.
También OS
PERDONAMOS protestantes por convertir a la fuerza a convictos y prisioneros
políticos católicos al anglicanismo en Australia; las conversiones forzadas es
algo que los terroristas musulmanes han estado haciendo durante mil
cuatrocientos años.
OS PERDONAMOS
protestantes por quinientos años de veneno y ponzoña escupidos por todos los
predicadores callejeros y puerta a puerta, la ebullición del odio anticatólico
que está en el núcleo del primitivo mormonismo, del adventismo del séptimo día
y de los testigos de Jehová, aunque no solo de ellos: de hecho, constituye en
buena medida el anglicanismo y el metodismo tradicionales y muchas otras formas
del protestantismo “mainstream”.
OS PERDONAMOS
por la Kulturkampf de Bismarck, que inspira el actual asalto a la libertad
religiosa en América y Europa. No os preocupéis, Jack Chick y tus ignorantes y
venenosas Chick Tracts, por motejar a los católicos como Mackerel Snappers [por
abstenerse de comer carne los viernes].
PERDONAMOS a
Martín Lutero por imponer en todo el mundo una Biblia desacralizada y
enormemente manipulada pretendiendo que “Dios lo quiso así”. Lutero quitó siete
libros y partes de otros tres del Antiguo Testamento, cuyo conjunto se denomina
Septuaginta.
PERDONAMOS a
Martín Lutero por aceptar financiación de Solimán el Magnífico, sultán del
Imperio Otomano musulmán, mientras él “luchaba” por separarse de la Iglesia
católica.
Por diversión y
conveniencia, Lutero conspiró para empujar a la Cristiandad a la vía, al tiempo
que animaba a sus compañeros protestantes a ponerse del lado de los turcos
musulmanes para derrotar a España y la Iglesia católica y, con ella, a Europa.
Solimán amplió incluso su extensa familia para que abarcase a todos y cada uno
de los protestantes de Hungría y Rumanía, ahora que ya no eran “cristianos”
(esto es, leales al Papa).
El sultán animó
a Lutero y a los protestantes a unirse bajo la bandera musulmana para derrotar
al emperador y al Papa. Recuérdese, que Solimán quería nada menos que barrer el
cristianismo del planeta.
OS PERDONAMOS
protestantes por el ciego anti-catolicismo, que el historiador John Hinghham
llamaba “la tradición más exuberante y tenaz de la agitación paranoica en la
historia de Estados Unidos”, y lo que el historiador Arthur Schlesinger, Sr. ha
denominado “la inclinación más profunda en la historia del pueblo
norteamericano”.
OS PERDONAMOS a
los protestantes el apoyo a la violencia contra los católicos durante la
autodenominada Ilustración y por el desarrollo de la masonería y por la
“cuestión religiosa” brasileña y por la Violencia colombiana y por la masacre
de la Miguelada en 1567.
OS PERDONAMOS a
los protestantes por hacer que el padre Nicolás Copérnico echase el freno a su
teoría heliocéntrica y a sus datos hasta después de su muerte, aunque su amigo,
el Papa Pablo III, le animó a publicarlos mientras el científico aún vivía.
Copérnico según
parece no quería molestar a Lutero y a Melanchton, ambos opuestos al paradigma
heliocéntrico del sacerdote, y temía que sus teorías lanzarían aún más a los
protestantes contra la Iglesia de la que acababan de irse.
OS PERDONAMOS
por las fanfarronadas y aspavientos tediosos, venenosos y reduccionistas de
Juan Calvino, Ian Paisley y la iglesia baptista de Westboro.
Además
OS PERDONAMOS a
los protestantes eso que llaman “schadenfreude”, o su distanciamiento y
pasividad durante el Terror Rojo en España y durante la represión de Hitler
contra la Iglesia católica, en especial por La Noche de los Cuchillos Largos.
OS PERDONAMOS a
los protestantes holandeses su apoyo explícito al shogunato Tokugawa cuando
masacraron a decenas de miles de japoneses católicos en el siglo XVI.
OS PERDONAMOS
por los quinientos años de estereotipos anticatólicos típicos en su literatura,
desde El pozo y el péndulo de Edgar Allan Poe [cuyo protagonista es un preso
torturado por la Inquisición española] a El progreso del peregrino de Paul
Bunyan, pasando por El italiano de Ann Radcliffe [novela gótica, también de
temática anti-Inquisición].
OS PERDONAMOS
por apoyar o consentir la Americans United por Separation of Church and State,
rabiosamente fundamentalista atea, que fue una organización originaria y
explícitamente anticatólica llamada Protestants and Other Americans United for
Separation of Church and State.
OS PERDONAMOS a
los protestantes por ignorar las palabras del mismo Cristo (tachadas en rojo)
cuando designa a San Pedro como cabeza de la Iglesia: “Y yo a mi vez te digo,
Pedro, que tú eres piedra y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18).
Actualmente hay
41.000 comunidades protestantes en todo el mundo, lo que significa que al menos
40.999 están completamente equivocadas. Esto no incluye las muchas decenas de
miles de comunidades protestantes que han desaparecido en los últimos 500 años.
Pero lo que no
puedo perdonarles, es el Ecce ego sto! de Lutero que suena como el Non serviam!
de Lucifer.
Sea anatema el
restauracionismo protestante. Dios no comete errores (Sal 19, 710). No
tartamudea ni recula, como Alá (Sal 12, 6-7). No sufre confusión ni
desconcierto (Neh 9, 6). No necesita ayuda de nadie ni de nada (Col 1, 6). Sus
decisiones son definitivas y perfectas en su amor y su justicia (Prov 16, 10).
No necesita explicarse a sí mismo (Rom 1, 20). No acepta consejos (Sal 33, 11).
Cuando Dios
confió como pastores en Pedro y sus sucesores, no quiso decir “podéis estar al
mando hasta que la gente en el siglo XVI lo sepa hacer mejor”.
Lutero fue el gran valedor de las oligarquías, el garante religioso de un feudalismo tardío que mantuvo a Alemania en el atraso y la pobreza
Es en tiempos
de Lutero cuando el adjetivo welsch —una denominación geográfica poco precisa
para referirse al sur— pasó a significar latino o románico, y malvado e inmoral
al mismo tiempo, todo para atacar a la España católica.
** Pero por qué
se habla de Lutero como “libertador social”…
La “libertad
luterana” no tiene por dónde cogerse. Comenzó provocando una guerra espantosa
que se llamó la Guerra de los Campesinos y que dejó más de 100.000 muertos en
los campos del Sacro Imperio. Porque los campesinos se creyeron las exaltadas
predicaciones de Lutero y terminaron engullidos por una dictadura religiosa.
Esto provocó una convulsión social como no se ha conocido otra en Europa hasta
la Revolución Francesa.
Los príncipes
alemanes, tuvieron que enfrentarse a una revuelta de proporciones gigantescas,
aparte de la guerra contra España.
Lutero se pone
al servicio de los príncipes alemanes y alienta la violencia brutal con que los
grandes señores germánicos acabaron con estas rebeliones de campesinos: “contra
las hordas asesinas y ladronas mojo mi pluma en sangre, sus integrantes deben
ser estrangulados, aniquilados, apuñalados, en secreto o públicamente, como se
mata a los perros rabiosos”.
Casi todo el
mundo sabe que el régimen de los siervos duró en Rusia hasta el siglo XIX, pero
se ignora que en Alemania también, notablemente en las zonas protestantes. Uno
de los primeros estados en abolir las leyes de servidumbre fue la católica
Baviera en 1808, pero el proceso no culminó hasta mediados del siglo en la zona
oriental.
** Y por qué se
habla de Lutero como “libertador mental”… ¿en serio?:
Casi la cuarta
parte de las propiedades del Sacro Imperio cambiaron de manos. No hubo un
latrocinio igual hasta la Revolución Rusa
¿Libertad
religiosa o libre examen?
Supuestamente
el libre examen significa que el cristiano debe entenderse con Dios
directamente a través de los textos sagrados, sin intermediarios gravosos e
inmorales como “los romanos” (así llamaba Lutero al clero católico, aunque
fuesen tan alemanes como él).
Si esto es así,
hay una consecuencia inmediata: la desaparición del clero por innecesario. La
evidencia demuestra que esto jamás sucedió, porque Lutero no operó la
destrucción de las iglesias, sino que creó otra. Ni Lutero dejó de ser clérigo,
ni disminuyó el número de ellos en el Sacro Imperio.
Simplemente se
formó un nuevo cuerpo sacerdotal que también condujo al rebaño hacia donde
debía ir. Solo que ahora ese cuerpo de pastores sirve únicamente al señor del
territorio (y no a un papa extranjero) que es el que le da de comer. Si le
sirve bien, como hizo Lutero, vivirá bien.
Vivirá incluso
mejor que con los “romanos” y, así, Lutero recibió del príncipe de Sajonia,
como primera prueba de gratitud, el que había sido su antiguo convento en
Wittenberg.
Es un lujoso
palacio, donde se instaló con su nueva esposa y sus criados. Había nacido en el
seno de una familia muy humilde y estos lujos, como monje agustino, no se los
hubiera podido permitir nunca.
La libertad
religiosa es probablemente el tótem lingüístico más afortunado de Martín
Lutero. Ha sido y es ininterrumpidamente esgrimido frente a las tinieblas del
catolicismo y de su nación defensora por antonomasia, España.
Si tal cosa
hubiera existido alguna vez, siquiera teóricamente, también los católicos u
otras facciones protestantes hubieran tenido derecho a ella. Si el cristiano es
libre para interpretar los textos sagrados, entonces, también la interpretación
católica es posible y debe ser aceptada. Y debería haber sido respetada en
consonancia con la “libertad religiosa”.
Pero lo cierto
es que el nuevo clero creó una versión del cristianismo que fue la única
aceptable y todas las demás fueron proscritas y perseguidas; la católica por
supuesto, pero también los anabaptistas, calvinistas, menonitas, etcétera.
Sin embargo,
Lutero se ha paseado por la historia inmune a la verdad, a los hechos y a la
lógica.
Y por qué
tenían este empeño los príncipes alemanes en hacerse protestantes…
Casi una cuarta
parte de los bienes raíces del Sacro Imperio cambiaron de manos, entre las
confiscaciones de propiedades eclesiásticas y las de aquellos que abandonaron
los territorios protestantes por negarse a acatar la conversión forzosa.
Hasta la
Revolución Rusa no ha habido latrocinio comparable en Occidente.
Lutero fue no
solamente anti-español o latino sino furiosamente antisemita. El filósofo
alemán Karl Jaspers escribió que el programa nazi está prefigurado en Martín
Lutero, que dedicó a los judíos párrafos espeluznantes: “Debemos primeramente
prender fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura a lo que
no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o
ceniza”.
El primer gran
pogromo de 1938, la noche de los Cristales Rotos, fue justificado como una
operación piadosa en honor de Martín Lutero, por su 450 cumpleaños.
A las
elecciones de 1933 concurrió Hitler con un soberbio cartel donde la imagen de
Lutero y la cruz gamada aparecen juntas. Las celebraciones luteranas de los
nazis fueron espectaculares.
El Cartel
electoral de 1933 del Partido Nazi (ver la fotografía de este artículo),
aseguraba que la lucha de Hitler prosiguuía la de Lutero.
En las
elecciones de 1933, los nazis ganaron donde la población era protestante, y
perdían en las regiones católicas, como por cierto la más próspera y católica
Baviera.
Con idéntica
ferocidad alentó y justificó Lutero la quema de brujas, que dejó en Alemania no
menos de 25.000 víctimas... Según Henningse, llevamos tantos millones de
muertos con este asunto, que es mejor no hacer cuentas.
Pero no hay de
qué avergonzarse. Alemania celebró sin disimulo a Martín Lutero porque se
siente bien, porque es el padre del nacionalismo alemán y de su iglesia y tiene
por lo tanto… indulgencia teológica.
Alemania está
en un tiempo nuevo y afronta sin sombras una hegemonía europea incontestada. Ni
España ni Italia parecen darse mucha cuenta de cuán necesarias son para
compensar esta hegemonía y andan sin superar el complejo de inferioridad que
asumieron hace siglos.
Porque con todo esto llegamos al gran asunto: el de la
superioridad moral frente al “porcino” mundo no protestante, en el cual vivimos
y que ha sido asumido por nuestros políticos y periodistas analfabetos.
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