Por
otro lado, el país tiene una baja “movilidad económica”: solamente el 2% de la
población salta de un escalón económico a otro más alto.
Indudablemente
son de los peores datos de los países de
la región del Caribe.
Esto mismo podríamos decir de la mayoría de países ya desarrollados: el crecimiento no se distribuye, no genera igualdad.
Esto mismo podríamos decir de la mayoría de países ya desarrollados: el crecimiento no se distribuye, no genera igualdad.
Son
las cifras alarmantes de un país en el proceso económico emergente que no
pueden servir de consuelo a la falta de equidad preocupante de otros países de
América Latina y de Europa con un crecimiento mal enfocado y mal distribuido.
¿Las
empresas tienen la culpa? Es erróneo y completamente injusto afirmar eso. Las
empresas producen bienes y servicios,
generan empleo y pagan un tercio de sus beneficios al Estado, aparte de otros
impuestos. El objetivo de la empresa es generar beneficios en contraprestación
a los servicios que presta, exactamente la misma filosofía del trabajador o
empleado individual: el beneficio es de justicia.
Los
empresarios arriesgan capital y, a veces, patrimonio personal; muchas veces
ganan y muchas veces pierden. Es lógico recibir una remuneración por el riesgo
asumido y por los productos y servicios puestos en circulación.
Las
dudas respecto al beneficio se deberían referir al siguiente tipo de preguntas:
¿cómo cuantificar el beneficio adecuado y el desproporcionado?, ¿es justo el
beneficio de la pura especulación?, ¿y los beneficios generados por la
especulación de la ingeniería financiera?, ¿se puede permitir la obsolescencia
prematura y programada de algunos productos?, ¿hay verdadera voluntad política
de eliminar el tráfico de armas y el narcotráfico?
No
se puede eliminar el beneficio, ni de las empresas ni de las personas físicas:
es el móvil natural de la economía, el motor de las empresas y de los
individuos. Pero, por otro lado, la sociedad está reclamando un sentido y
destino social y solidario del beneficio. Los impuestos que pagamos son ya el
primer paso de la socialización del beneficio pero, a pesar de ello, no
conseguimos disminuir la inequidad.
Muchas
empresas, incentivadas por la legislación impositiva, han creado su propia
fundación para canalizar fondos hacia fines sociales. Está muy bien eso y es
normal que las corporaciones presuman de ello para reforzar su imagen pero, es
completamente insuficiente esa aparente caridad para resolver los problemas de
miseria y exclusión social en países pobres y de desigualdad llamativa en
países más avanzados.
Está muy bien la aspiración al 0,7% del PIB de los Estados destinado a la cooperación internacional que ha fomentado grandemente la cultura popular de solidaridad entre países pero, por desgracia, también es insuficiente. En los últimos 20 años la cooperación internacional, tanto la bilateral entre Estados como la gestionada por ong, se ha profesionalizado; las ong gestoras han adquirido mucha experiencia pero, todavía conlleva unos gastos estructurales de funcionamiento y control exagerados, con unos resultados, a veces, exiguos.
Está muy bien la aspiración al 0,7% del PIB de los Estados destinado a la cooperación internacional que ha fomentado grandemente la cultura popular de solidaridad entre países pero, por desgracia, también es insuficiente. En los últimos 20 años la cooperación internacional, tanto la bilateral entre Estados como la gestionada por ong, se ha profesionalizado; las ong gestoras han adquirido mucha experiencia pero, todavía conlleva unos gastos estructurales de funcionamiento y control exagerados, con unos resultados, a veces, exiguos.
Si los impuestos no son suficientes y la
cooperación nacional e internacional se
queda muy corta, ¿qué otro camino podemos tomar? El Papa Francisco lo ha
explicado muy claramente en su Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium”, “el
sistema social y económico es injusto en su raíz”.
No
se trata de desmantelar el sistema, sino de corregir la parte perversa de sus
planteamientos. Desalentar los beneficios empresariales sería suicida. Así como
en poco más de medio siglo pudo probarse la invalidez del sistema comunista, el
sistema del capitalismo liberal ha conseguido generar gran crecimiento pero, le
falta ser eficiente para la equidad. Seguramente, el sistema capitalista y de
libre mercado debe ser menos “liberal” y admitir que el dinero y su poder deben
ser controlados por el Estado y la
sociedad.
Aunque
la opinión pública y los medios de comunicación ya ejercen un cierto control,
el primer responsable es el Estado una de cuyas funciones es, precisamente,
transferir beneficios y recursos para eliminar desigualdad, a través de sus
políticas fiscales y monetarias. Por eso, en primer lugar el Estado debe
adelgazar su costosa e ineficiente estructura y, no digamos, eliminar la
corrupción generada por “empleos
ficticios”, entidades públicas “fantasmas” e inservibles, y mal uso de fondos públicos.
Es decir, lo que recauda el Estado, de empresas y particulares, debe ser correctamente administrado, en favor del bien común. Esto es muy necesario especialmente en los países de democracias emergentes y poco maduras en la gestión de recursos públicos, con escaso control social. Es muy injusto malgastar los recursos generados por el trabajo de millones de personas.
Es decir, lo que recauda el Estado, de empresas y particulares, debe ser correctamente administrado, en favor del bien común. Esto es muy necesario especialmente en los países de democracias emergentes y poco maduras en la gestión de recursos públicos, con escaso control social. Es muy injusto malgastar los recursos generados por el trabajo de millones de personas.
Premiar
fiscalmente a las empresas con buena evaluación de su balance social: dignidad de sus
trabajadores, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social,
participación democrática y transparencia.
Premiar fiscalmente a los beneficios no
distribuidos a los accionistas propietarios y destinados a la reinversión en
creación de nuevas empresas y, por tanto nuevos puestos de trabajo.
De la misma forma que ya se premia a las empresas
que contratan personas de edad avanzada o con minusvalía, incentivar
fiscalmente a instituciones financieras especializadas en microfinanzas,
orientadas a la creación de autoempleo y microempresas.
Especialmente necesario, en los países en
desarrollo, fomentar entre los jóvenes
el espíritu emprendedor del autoempleo y capacitarles para el ejercicio de profesiones y empleos técnicos intermedios.
Sobran licenciados universitarios y faltan peritos y técnicos de grado medio.
La situación actual nos está reclamando a todos
que pongamos nuestra experiencia e imaginación en la búsqueda de soluciones que
orienten la economía hacia el bien común.
Regresando al inicio de estas líneas, en República
Dominicana, como en muchas economías emergentes, el aumento del PIB ha sido
generado, en gran parte, por empresas de
turismo y de zonas francas que han movilizado sus recursos hacia otros lugares
más lucrativos por falta de un adecuada estructura de inversión rentable dentro
del propio país generador: inseguridad legal para los negocios e inestabilidad
política.
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