Dos
vidas dedicadas a combatir la mutilación genital femenina
Waris
Dirie (Somalia) y Madina Bocoum (Malí).
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) censó en 2014 más de 125 millones de víctimas de mutilación genital
femenina en 29 países de África y Oriente Medio.
Waris
vivió una infancia y una adolescencia muy difíciles. No fue hasta que comenzó a
trabajar como modelo –fue descubierta por casualidad mientras trabajaba en un
McDonald de Londres– cuando Waris Dirie comenzó a descubrir la felicidad y el
éxito.
La
historia de Waris Dirie es de un coraje asombroso. De los desiertos de Somalia
-nació en 1965- al mundo de la moda (Portó
la imagen de Chanel y Revlon, entre otras marcas)
Waris, publicó
en 1998 la biografía titulada ‘La flor del desierto’ –título que se llevó al
cine en 2010- cuenta todos aquellos momentos que marcaron su existencia, y lo
hace con un fin determinado: recaudar fondos para la organización Desert Dawn
-creada en 2001 por ella misma-, que lucha contra la mutilación genital
femenina, una práctica tradicional de la que fue víctima cuando tan sólo tenía
cinco años. Una terrible experiencia que no le gustaría que otras niñas
sufrieran.
La bella modelo somalí, que huyó de su país cuando su padre quiso que se casara con un hombre mayor que ella, vive con su hijo en Nueva York. Desde hace unos años, Waris, que es embajadora de las Naciones Unidas, dedica mucho esfuerzo a luchar por el progreso en África.
Es "el combate de mi
vida", dice la maliense Madina
Bocoum Daff, mutilada en la infancia y que se desde hace años se dedica a
la lucha contra la mutilación genital, que concierne a más de 125 millones de
mujeres en el mundo.
Las consecuencias físicas y
psicológicas de esa mutilación que se impone a las niñas marcan a éstas durante
toda la vida, recuerda Madina Bocoum Daff, de 60 años de edad. Ella no se
acuerda a qué edad fue mutilada. Ese ritual es practicado tradicionalmente en
la pubertad pero a menudo se somete a él a las niñas de menos de cinco años.
"Nací en una familia que
practicaba la mutilación genital en su forma más severa, la infibulación",
que, además de la ablación de los órganos genitales externos, consiste en coser
el orificio vaginal para estrecharlo.
Cuando se preparaba para casarse,
supo que "el matrimonio no podía consumarse sin una nueva
intervención". En la mayoría de los casos, esa operación es realizada a
cuchillo, sin anestesia y en condiciones higiénicas lamentables, directamente
en el suelo.
"Es un choque, un dolor que
se guarda toda la vida”. A lo que hay que agregar los desgarramientos que
sufrió en cada uno de sus seis partos.
Hay otras complicaciones
posibles, como la incontinencia urinaria, explica. "Hay niñas que
abandonan la escuela por eso, tienen vergüenza".
Y sin embargo, esa costumbre es
tan antigua y tan enraizada que Madina, que estudió economía y sociología en
una universidad francesa, hizo practicar la ablación genital a sus dos primeras
hijas.
Desde que milita contra la
mutilación sexual, lucha también contra las creencias y supersticiones que la
alientan: Desde la creencia de que la religión musulmana la exige, lo que es
falso, hasta la superstición de que una joven sin mutilar trae mala suerte o no
puede tener hijos.
"Tratamos de encontrar
argumentos para desmentir esas creencias, tomamos el ejemplo de etnias que no
mutilan, explicamos las complicaciones médicas que causan las mutilaciones”.
Madina, a la que le llevó tiempo
convencer a su propia madre, estima que el debates es "aceptado" hoy
en Malí y que "las cosas avanzan".
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