Ecuador: los campesinos pelean por
conservar la “agrobiodiversidad” andina.
Preservar
la agrobiodiversidad es importante para que la alimentación sea más nutritiva.
Los guardianes de semillas están en el
páramo
Sobre los 3.500 metros de altitud, y a
pesar de las condiciones adversas que deben afrontar, los campesinos son los mayores conservadores de agrobiodiversidad
andina ecuatoriana. Esta es una realidad universal que queda recogida en el
documento Encíclica “Laudato si”.
En una chacra familiar campesina en los
páramos se puede encontrar hasta 15 veces más especies de cultivos para la
alimentación que en una finca dedicada a monocultivos. Así lo afirmó Xavier
León, que trabajó con la Fundación Heifer Ecuador para destacar la importancia
de los pequeños productores en la conservación de la agrobiodiversidad.
La
gerente de proyectos de la Fundación, cuenta que el estudio nació con la
preocupación de que se está perdiendo la biodiversidad agrícola. Este es el
caso de variedades tales como las de canguil y el maíz negro o morado. Vallejo
considera que esta problemática se debe a una tendencia al monocultivo, que
implica cultivar productos que aparentemente tienen demanda en el mercado.
Durante la investigación, apoyado por Heifer,
Magap, Iniap y FAO, se entrevistaron a 120 familias indígenas y agrícolas de
Colta y Guamote, en Chimborazo. Carmen Lema fue una de las entrevistadas. Ella
cuenta que en su chacra ha sembrado variedades nativas como la papa puña,
mashua, oca blanca y roja, melloco pintón, amarillo y rojo; maíz negro y
blanco, quinua rosada y blanca, y habas.
Cada
especie se beneficia de la presencia de otra, lo que reduce la necesidad de
utilizar productos químicos.
Por ejemplo, las habas fijan el nitrógeno del aire para que las otras plantas
se nutran de este. Asimismo, la variedad de especies ayuda a que no se
propaguen las plagas y mantienen la fertilidad del suelo.
Para conservar las semillas, Lema separa
una porción de estas. El resto las utiliza para la alimentación. En el caso de
las papas, aquellas que no va a consumir las envuelve en paja de páramos, las
baña en ceniza, las cubre con ramas de ruda y las guarda en una esquina de su
sala hasta que llegue el momento de la siembra -entre octubre y noviembre-.
Este sistema ancestral se llama putza y lo utiliza el 4,4% de las familias
entrevistadas.
Existen otros métodos adquiridos por los
campesinos para conservar las semillas. Según el estudio, un 63,5% de los
entrevistados las guarda en un lugar seco dentro de un saco. Un 21,9% solo las
tapa con paja y un 4,4% las seca y cubre con un cajón o bandeja. El intercambio de semilla es otra manera
de conservar la biodiversidad, pues permite que los campesinos mejoren su
calidad.
“Nosotros podemos guardar y luego sembrar
las semillas nativas, no como las semillas compradas o transgénicas que sirven
para una sola siembra”, afirma Lema. Se considera que preservar la agrobiodiversidad es importante para que la alimentación
sea más nutritiva.
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