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¿Destruir estatuas o destruir la historia¿
¿Destruir estatuas o destruir la historia¿
Por Miguel Vidal, de ACTUALL
¿Sabías que el primer oficial
negro en América del Norte (los EE UU todavía no se habían inventado)
fue un mandinga nombrado por las autoridades españolas cuando
aquel país era en gran parte español?
Era un esclavo huido de las
plantaciones británicas a territorio español. Allí encontró la libertad, se
hizo católico y fue bautizado como Francisco.
¿Y sabías que la primera
población de negros libres en América del Norte fue el asentamiento de
Gracia Real de Santa María de Mosé, conocido más tarde como Fuerte Mosé, en La
Florida?
¿Sabías que la primera boda
interracial celebrada en América del Norte (los EE UU no existían
todavía) se celebró en 1565? Los contrayentes fueron un
segoviano y una negra libre.
Pero cuando América del Norte dejó de
ser española y nacieron los Estados Unidos, las bodas interraciales fueron
declaradas ilegales. Y así hasta 1967. Hasta esa fecha no se
anularon las leyes antimestizaje.
Desde el océano Ártico al Cabo de
Hornos, desde el océano Pacífico al Atlántico, lo mejor de América hunde sus
raíces en España.
Y la herencia española, cuyo legado
tratan de destruir, fundamenta y explica los grandes valores de aquel
continente.
¿Quién es el racista?
Los habitantes de Fuerte Mosé, todos
ellos negros huidos de la esclavitud británica, se gobernaban a sí
mismos, no tenían más autoridad que sus propios jefes, que estaban amparados
por la Corona española, y tenían su propia milicia.
El enclave se convirtió en el primer
pueblo de hombres negros libres.
Incrementándose constantemente el número
de quienes escapaban de las plantaciones esclavistas de Carolina, el Gobernador
de San Agustín, Manuel de Montiano ordena constituir bajo bandera de España,
una Milicia Negra, con oficiales de la propia raza. Transcurre el
año de 1738.
Los lidera el Capitán Francisco
Menéndez, en otro tiempo esclavo evadido, y con buenos conocimientos
militares.
La Milicia Negra es una fuerza operativa
y capaz, habida cuenta de que su calidad de veteranos fugitivos les había dado
un buen conocimiento de la zona, mientras que su condición de antiguos
esclavos, los hacía valientes y con resuelta voluntad de vencer, para no volver
jamás a la servidumbre. (La Milicia
Negra libre de la Norteamérica Española)
Estos días gentes que se diría salidas
de una nauseabunda mezcla de La naranja
mecánica, Farenheit 451 y 1984, e
impregnadas del mismo veneno que alimenta al fundamentalismo talibán, destruyen
estatuas. Y la Historia revela a través de esa turba dónde está el
racista y dónde quien defendió a los oprimidos.
«La ley y las costumbres españolas
garantizaban a los esclavos una personalidad moral y legal, así como
ciertos derechos y protecciones que no se encuentran en otros
sistemas esclavistas», destaca la historiadora Jane Landers en «La nueva
historia de Florida» (University Press of Florida, 1996).
«Tenían derecho a la seguridad personal
y mecanismos legales por los cuales escapar de un amo cruel» y «se les permitía
poseer y transferir propiedades y presentar demandas legales, un derecho
significativo que en América evolucionó al derecho de autocompra», señala
Landers, profesora de la Universidad Vanderbilt.
En este sentido, señala, «el énfasis en
la humanidad y los derechos del esclavo, y la actitud indulgente hacia la
manumisión incorporadas a los códigos de esclavitud y la práctica social
españolas hacían posible que existiera una importante clase de negros
libres, primero en España y después en la América española». (La
desconocida historia de los negros libres en la Norteamérica española)
En fechas tan tempranas como 1512 España
empieza a dictar leyes contra la esclavitud y en favor de los pueblos nativos
de América.
Hoy, los tribunales de justicia
norteamericanos están devolviendo las tierras que les fueron arrebatadas [a los
nativos norteamericanos] tras la salida de España, y lo hacen al amparo de
las Leyes de Indias, el Código de las Siete Partidas de
Alfonso X el Sabio, y las concesiones otorgadas por el Rey de
España, y son afortunadas las tribus que conservan esos títulos, tan
antiguos como valiosos. (Borja Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
Las leyes de Burgos (1512) y de Indias
(1542) dan origen al concepto de derechos humanos y a la
aparición del derecho internacional, gracias la Corona y a
personajes y universidades españolas.
Estados Unidos de España
Hasta los grandes mitos de la historia
de Estados Unidos proceden de España:
El mundo del cow boy, con el vestuario
vaquero, la vaca, el caballo, la montura, las espuelas, el sombrero, el rancho
y el manejo ganadero, es una réplica exacta del modelo ecuestre y
ganadero de las Marismas del Guadalquivir, trasplantado al Oeste y
popularizado por el cine.
En puridad, John Wayne es un
vaquero de las marismas con un par de pistolas, y ese modelo es
radicalmente distinto al de granjero a pie y recogida de heno que trasladaron
los pioneros ingleses al Este. (Borja
Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
Y junto a los mitos heredados de los
españoles, los orígenes de su modo de vida:
Tampoco Texas o Nuevo México hubieran
alcanzado su pujanza ganadera de no ser por las vacas, ovejas y
caballos importados desde España. Y California no sería la potencia
vinícola que es gracias a las uvas misioneras, que introdujeron los
frailes españoles en las misiones. (Borja Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
Importantes zonas de Estados Unidos
existen tal como las conocemos hoy gracias a España:
Hoy California sería territorio
soberano de Rusia, y no de Estados Unidos, porque España penetró en
California precisamente para frenar la expansión rusa.
Carlos III dio la orden de ocupar
California, lo que se logró en una brillante acción, y España se asentó
y desplazó a los rusos, que venían descendiendo desde el Norte.
Y cuando España se marchó de California
y la heredó México, a los Estados Unidos les costó poco trabajo expulsar a los
mexicanos, pero no hubieran podido hacerlo con la potente Rusia, y hoy en
California no se hablaría inglés. (Borja Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
El genocidio que nunca
existió
Estos días la chusma y no pocos de sus
portavoces, cargos electos que jamás debieron abandonar la primaria, aventan un
supuesto genocidio a cargo de cualquier personaje histórico, con la condición
de que no sea Marx, ni Engels, ni Mao, ni Pol Pot, ni Lenin, ni Stalin, ni
Dolores Ibárruri, ni Carrillo, ni tantos otros criminales con calles, plazas y
monumentos por toda España.
Pero el genocidio de España en sus
colonias nunca existió:
La probanza demográfica de que esto no
aconteció es el elevado número de nativos, mestizos y mulatos que en América se
asientan.
Véase, por el contrario, la tragedia de los
indios norteamericanos exterminados en su práctica totalidad en la conquista
del oeste, en el siglo XIX, o la limpieza étnica que realizaron los
ingleses en Australia y Nueva Zelanda con los maoríes hasta bien
entrado el siglo XX. (José Manuel Azcona: La América
hermana)
Las «inocentes»
víctimas
Para construir la leyenda negra de los
descubridores genocidas es preciso modificar los hechos verdaderos de diversas
formas.
En primer lugar hay que convertir a los
habitantes nativos en lo que no fueron:
Se tiende a idealizar la existencia de
los pueblos pre-colombinos de América, a los que se dibuja como pertenecientes
al paraíso terrenal.
Se insiste en su alta capacidad de
observación astronómica y de su conocimiento matemático, y en las ampulosas
pirámides arquitrabadas que construyeron.
En mi opinión, una catedral gótica
contiene progresos y novedades técnicas de elevado y superior rango. (José
Manuel Azcona: La América
hermana)
En segundo lugar es preciso convertir a
los verdaderos genocidas en víctimas:
Se calcula, de forma general, que el
promedio de ejecuciones en el imperio azteca estaría en las cien mil
anuales con fines ceremoniales.
El holocausto más grande conocido por la
humanidad en menor tiempo tuvo como protagonista al imperio azteca en 1487
cuando, en la inauguración de la pirámide de Tenochtitlán, se
sacrificaron a 80.400 personas en un día para calmar la ira de los
dioses. Además, aztecas e incas desarrollaron la nefanda costumbre de comer
carne humana.
La esclavitud y la violencia extrema
sobre otros pueblos enemigos de los aztecas, mayas e incas fue ampliamente
desarrollada para ser la base de estos sacrificios y comida, y como abundante
mano de obra para la ejecución de sus impresionantes construcciones.
La historiografía científica afirma que
la conquista de estos imperios por escasos grupos de españoles dependió
del apoyo masivo de otras tribus enemigas de esos imperios. (José Manuel
Azcona: La América hermana)
La guerra sucia
La izquierda nunca se ha caracterizado
por el fair play. Al contrario, el barro es su elemento
preferido. Y en las guerras culturales es donde más recurre a él.
La destrucción de estatuas en
América es idéntica a la campaña de la memoria histórica en España.
Mismos objetivos, mismas técnicas.
Lo que está en juego en los Estados
Unidos, en Europa y en otros lugares donde esos movimientos radicales se
reproducen no es la condena del racismo, que es unánime en las democracias, ni
la necesidad de reconocer las injusticias históricas (que por otra parte todos
los pueblos han cometido en uno u otro momento), sino la imposición de un
pensamiento único que asfixie el debate y destruya la democracia no mediante las
bayonetas, sino mediante símbolos, consignas y narraciones pretendidamente
liberadoras.
Derribar monumentos es una de las etapas
del camino. (Ricardo Ruiz de la Serna: Derribar monumentos)
La destrucción de estatuas en
América es idéntica a la campaña de la memoria histórica en
España. Mismos objetivos, mismas técnicas.
Se trata de alterar el curso de la
Historia para que el presente blanquee su ideología y resulte más cómodo aceptar
sus propuestas.
·
En América la izquierda pintarrajea una
estatua de Cervantes o derriba una estatua de Colón.
·
En España “contextualizan” esas mismas
estatuas, cuando no las “confinan” en almacenes municipales.
·
Y promueven “investigaciones” de “historiadores”
avalados por sus correspondientes “universidades”, que sostienen que Cervantes
o Colón eran catalanes, y por lo tanto progresistas.
Derribar estatuas o volar el Valle de
los Caídos, América o España, memoria histórica, la guerra sucia de la izquierda:
El derribo de estatuas, los daños a
monumentos y los intentos de reescribir la historia forman parte de un proyecto
mayor: imponer un supuesto “progresismo” como forma única de pensamiento a
través de los distintos dispositivos de control del discurso: la corrección
política, la imposición de pretendidas culpas colectivas, la explotación de
hipotéticos agravios, el uso del rencor y la indignación para neutralizar los
debates, etc.
Hay evidentes contradicciones que
revelan la naturaleza totalitaria de esos grupos radicales al asalto de los
símbolos nacionales de los Estados Unidos.
Ahí están la condescendencia con el
terrorismo (que recuerda a las narraciones políticas post-coloniales), la
estigmatización de Occidente y la exaltación de todo lo demás desde el islam
radical hasta la Nueva Era, la exaltación de la violencia y, sobre todo, el
antisemitismo. (Ricardo Ruiz de la Serna: Derribar
monumentos)
Tiempo de barro y guerra cultural sucia
es la que nos ha tocado vivir. Por ello es tan importante en
nuestros días conocer la historia.
La de verdad. La Historia.
Alma y cuerpo, imagen de Dios.
Alma y cuerpo, imagen de Dios.
Cada alma espiritual es directamente creada por Dios.
Cada persona es única e
irrepetible, es una obra de arte exclusiva del amor “creativo” de Dios. No hay
dos personas iguales, ni fisiológica ni espiritualmente. Cada persona es
singular.
Parte de la belleza de la
naturaleza creada por Dios es la diversidad, no sólo de especies, sino dentro
de cada especie, que no hay ningún ser repetido.
Los padres aman a todos
sus hijos y, a cada uno, de manera distinta, de la misma forma que Dios Padre,
Creador, ama a cada una de sus criaturas como únicas, singulares.
Individuar es diferenciar,
distinguir, definir la unicidad de una persona, una manifestación de dignidad.
El ADN corporal es lo que
distingue total y definitivamente un cuerpo de otro. El alma, creada
exclusivamente por Dios para cada persona, es lo que le define como ser humano,
racional, espiritual e irrepetible, singular.
¿Qué nos dice el Catecismo
de la Iglesia Católica (CIC)?
El alma espiritual no viene de los progenitores, sino que es creada directamente por Dios, y es inmortal. Al separarse del cuerpo en el momento de la muerte, no perece; se unirá de nuevo al cuerpo en el momento de la resurrección final.
La Iglesia enseña que cada
alma espiritual es directamente creada por Dios—no es "producida" por
los padres—, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la
muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final
¿En
qué sentido el hombre es creado «a imagen de Dios?» CIC: 355-357
El
hombre ha sido creado a imagen de Dios, en el sentido de que es capaz de
conocer y amar libremente a su propio Creador. Es la única criatura sobre la
tierra a la que Dios ama por sí misma, y a la que llama a compartir su vida
divina, en el conocimiento y en el amor. El hombre, en cuanto creado a imagen
de Dios, tiene la dignidad de persona: no es solamente algo, sino alguien capaz
de conocerse, de darse libremente y de entrar en comunión con Dios y las otras
personas.
¿Para
qué fin ha creado Dios al hombre?
CIC 358-359:
Dios creó todo
para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecer en este mundo toda
la Creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la vida con Dios
en el cielo.
¿De
qué manera el cuerpo y el alma forman en el hombre una unidad?
CIC 362-365:
La
persona humana es, al mismo tiempo, un ser corporal y espiritual. En el hombre
el espíritu y la materia forman una única naturaleza. Esta unidad es tan
profunda que, gracias al principio espiritual, que es el alma, el cuerpo, que
es material, se hace humano y viviente, y participa de la dignidad de la imagen
de Dios.
El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios":
es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es
toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el
templo del Espíritu (1 Co 6,19-20; 15,44-45):
No es lícito al
hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que
considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y
que ha de resucitar en el último día.
La unidad
del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la
"forma" del cuerpo; es decir, gracias al alma espiritual, la materia
que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu
y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una
única naturaleza.
El ser humano,
por ser imagen y semejanza de Dios, tiene un recuerdo y memoria íntima de Dios,
añora y aspira a su creador como Padre.
Los pasos previos a la condena de Galileo
Los pasos previos a la condena de Galileo y lo que sucedió después, en 22 puntos esclarecedores
Jesús, el hijo del carpintero, 30 años de vida ordinaria
Jesús, el hijo del carpintero, 30 años de vida ordinaria, el
90% de su vida.
El
valor extraordinario, santificador de la vida corriente de un cristiano. Hay
muchos cristianos no declarados santos pero que lo son.
Hasta la edad de 30 años en que Cristo inició su
actividad pública, permaneció en el seno de su familia, en el ejercicio de su
modesta profesión de carpintero, heredada de José, su padre.
Los evangelistas, biógrafos de Jesús, no narran más
de sus primeros 30 años porque no había más que relatar.
La redención del género humano lograda por Cristo,
culmina con su muerte y resurrección pero, toda la vida de Cristo es redentora,
todos sus actos nos han redimido. Los 30 años de vida ordinaria de Jesucristo
son redentores y son ejemplo, modelo, para los cristianos.
Aunque se suele llamar a ese período de su vida,
“vida oculta” no es porque la ocultara
sino, simplemente porque no aparece nada destacable, todo es ordinario:
familia, trabajo, relación con parientes amigos, vecinos, clientes,…
El Catecismo en el n. 531 nos dice: Jesús compartió, durante la mayor parte de
su vida, la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida
cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa
judía sometida a la ley de Dios (cf. Ga 4, 4), vida en la comunidad. De todo
este período se nos dice que Jesús estaba "sometido" a sus padres y
que "progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los
hombres" (Lc 2, 51-52).
Y en 533: La vida oculta de Nazaret permite a todos
entrar en comunión con Jesús a través de los caminos más ordinarios de la vida
humana:
«Nazaret
es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde
se inicia el conocimiento de su Evangelio. [...] Finalmente, aquí aprendemos
también la lección del
trabajo. Nazaret, la casa del "hijo del Artesano": cómo deseamos
comprender más en este lugar la austera
pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente. [...]
Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y
señalarles al gran modelo, al hermano divino (Pablo VI, Homilía en el templo de la
Anunciación de la Virgen María en Nazaret (5
de enero de 1964).
Es
lógico que fijemos nuestra atención en los sorprendentes acontecimientos de la
vida pública de Cristo y en lo llamativo de la vida ejemplar de muchos cristianos
declarados como modelos de santidad pero, a lo largo de la historia, hay muchos cristianos no declarados santos,
pero que lo son por haber vivido cristianamente una vida corriente.
La
familia, el trabajo, la calle,… son “los templos” donde el cristiano busca y
encuentra a Dios, es la vida real lo que se cristianiza, no hay otra vida.
El
cristiano no vive en la parroquia, sino en la vida real. Esa es la actitud de
¨salir¨ de la que nos habla el Papa Francisco. Se podría decir que no tenemos
que ¨salir¨ porque ya estábamos fuera, intentando ser ¨sal y luz¨.
Los
resultados, la eficacia de la Iglesia y de una parroquia, no están el número de
asistentas a actividades parroquiales, sino en el número de fieles que están
cristianizando la sociedad: en el cumplimiento de los muchos deberes
familiares, sociales y profesionales. Los cristianos van al templo para
fortalecerse en la doctrina y recibir la gracia de Dios a través de los
sacramentos, lo que les da fortaleza para cristianizar su propio entorno.
Desde que se levanta hasta
que se acuesta, un cristiano tiene un panorama enorme para enriquecer su
persona y embellecer su entorno. Casi sin darse cuenta tiene la oportunidad de
desplegar el arsenal de valores a aplicar en cada uno de las pequeñas acciones
y decisiones que se toman cada día.
Cumplir cristianamente con
los deberes familiares, profesionales, sociales, de amistad,… es el único
camino de santidad completa para los cristianos. Esa vida es heroica, es santa.
Y,… la guinda final: el
acabado de la sencillez. Cuando el Papa Francisco dice que no hay que ser
héroes, sino hacer actos humildes, seguramente se refiere a eso. La vida de
cada día está llena de esos actos humildes, realizados con sencillez, que no
destacan, no llaman la atención pero, son un verdadero despliegue de valores
humanos.
Así es como se cristianiza la sociedad entera, desde dentro. Y
ese es el único espacio del cristiano, no hay otro.
J.K.Rowling planta cara al fundamentalismo trans
J.K.Rowling planta cara al fundamentalismo trans violento y explica sus 5 razones para no achantarse
Por qué Dios se hizo hombre
Por qué Dios se hizo hombre
La
Iglesia nos da cuatro grandes razones
Necesitamos, de vez en cuando, repasar nuestras
verdades fundamentales porque eso nos ayuda a fortalecer nuestros cimientos.
Cuando recitamos el Credo decimos: "Por nosotros los hombres y por nuestra
salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo
hombre".
La Iglesia llama "Encarnación" al
hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a
cabo por ella nuestra salvación.
San
Pablo, en Flp 2, 5-8 «Tened
entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó
de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta
la muerte y muerte de cruz»
San
Gregorio de Nisa, Padre de la Iglesia, escribe en su hermosa “Oración
Catequética” que nos introduce en el tema:
«Nuestra
naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser
resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos
devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz;
estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos,
un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían
conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana
para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y
tan desgraciado?»
En el
Catecismo, se nos presentan estas cuatro grandes razones:
El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con
Dios: "Dios nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10). "El Padre envió a su Hijo
para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). "Él se manifestó para
quitar los pecados" (1 Jn 3,
5)
El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así
el amor de Dios:
"En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al
mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dios al
mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino
que tenga vida eterna" (Jn 3,
16).
El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y
aprended de mí ... "(Mt 11,
29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por
mí" (Jn 14, 6). Él
es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva:
"Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como
consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (Mc 8, 34).
El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de
la naturaleza divina":
"Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de
Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y
al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San
Ireneo de Lyon)
"Porque
el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de
Alejandría).
"El
Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió
nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los
hombres" (Santo Tomás de Aquino)
La fe en la verdadera encarnación del Hijo
de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana: "Podréis conocer en esto el Espíritu
de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de
Dios" (1 Jn 4, 2).
Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta
"el gran misterio de la piedad": "Él ha sido manifestado en la
carne" (1 Tm 3, 16).
Cómo y porqué se redactó el Catecismo de la Iglesia Católica
Cómo y porqué
se redactó el Catecismo de la Iglesia Católica.
San Juan Pablo II nos lo explica en
la Constitución Apostólica “Fidei
depositum”.
El Catecismo de la Iglesia
Católica es una profunda y sólida exposición de la fe y la moral católica, un
excelente tratado de teología dogmática, fruto de veinte siglos de vida e
investigación teológica cristiana.
El Papa Juan Pablo II nos explica
en la
Constitución Apostólica “Fidei
depositum”, cómo y porqué re redacto y publicó. Estos son algunos párrafos
seleccionados de dicha Constitución firmada por el Papa Juan Pablo II el
11-10-1992:
Desde
su clausura, el Concilio no ha cesado de
inspirar la vida eclesial. En 1985, yo pude afirmar: «Para mí —que tuve la
gracia especial de participar en él y colaborar activamente en su desarrollo—,
el Vaticano II ha sido siempre, y es de una manera particular en estos años de
mi pontificado, el punto constante de referencia de toda mi acción pastoral, en
un esfuerzo consciente por traducir sus directrices en aplicaciones concretas y
fieles, en el seno de cada Iglesia particular y de toda la Iglesia Católica. Es
preciso volver sin cesar a esa fuente»
En este
espíritu, el 25 de enero de 1985 convoqué una asamblea extraordinaria del
Sínodo de los Obispos, con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del
Concilio. El fin de esta asamblea era dar gracias y celebrar los frutos
espirituales del concilio Vaticano II, profundizando en sus enseñanzas para una
más perfecta adhesión a ellas y promoviendo el conocimiento y aplicación de las
mismas por parte de todos los fieles cristianos.
En la
celebración de esta asamblea, los padres
del Sínodo expresaron el deseo de que fuese redactado un Catecismo o compendio
de toda la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral, que
sería como el punto de referencia para los catecismos o compendios que se
redacten en los diversos países. La presentación de la doctrina debería ser
bíblica y litúrgica, exponiendo una doctrina segura y, al mismo tiempo,
adaptada a la vida actual de los cristianos. Desde la clausura del Sínodo, hice
mío este deseo juzgando que «responde enteramente a una verdadera necesidad de
la Iglesia universal y de las Iglesias particulares».
De todo
corazón hay que dar gracias al Señor, en este día en que podemos ofrecer a toda
la Iglesia, con el título de «Catecismo de la Iglesia Católica», este «texto de
referencia» para una catequesis renovada en las fuentes vivas de la fe.
Un Catecismo debe presentar fiel y
orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición viva de la
Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los
Padres, de los santos y santas de la Iglesia, para que se conozcan mejor los misterios cristianos y se
reavive la fe del Pueblo de Dios. Debe recoger aquellas explicitaciones de la
doctrina que el Espíritu Santo ha sugerido a la Iglesia a lo largo de los
siglos. Es preciso también que ayude a iluminar con la luz de la fe las
situaciones nuevas y los problemas que en el pasado aún no se habían planteado.
El
Catecismo, por tanto, contiene «lo nuevo y lo viejo» (cf. Mt 13, 52), pues la fe es siempre la
misma y fuente siempre de luces nuevas.
Pido, por tanto, a los pastores de la Iglesia, y a los fieles, que
reciban este Catecismo con espíritu de comunión y lo utilicen constantemente cuando realicen su misión de anunciar la fe
y llamar a la vida evangélica. Este Catecismo les es dado para que les
sirva de texto de referencia seguro y auténtico en la enseñanza de la doctrina
católica, y muy particularmente, para la composición de los catecismos locales.
Se ofrece también, a todos aquellos fieles que deseen conocer mejor las
riquezas inagotables de la salvación (cf. Jn 8, 32)
Este Catecismo no está destinado a sustituir los catecismos
locales debidamente aprobados por las autoridades eclesiásticas, los Obispos
diocesanos o las Conferencias episcopales, sobre todo cuando estos catecismos
han sido aprobados por la Sede Apostólica. El
Catecismo de la Iglesia Católica se destina a alentar y facilitar la redacción
de nuevos catecismos locales que tengan en cuenta las diversas situaciones
y culturas, siempre que guarden cuidadosamente la unidad de la fe y la
fidelidad a la doctrina católica.
Nota: en el original no hay textos resaltados en “negrita”.
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