Alma y cuerpo, imagen de Dios.
Cada alma espiritual es directamente creada por Dios.
Cada persona es única e
irrepetible, es una obra de arte exclusiva del amor “creativo” de Dios. No hay
dos personas iguales, ni fisiológica ni espiritualmente. Cada persona es
singular.
Parte de la belleza de la
naturaleza creada por Dios es la diversidad, no sólo de especies, sino dentro
de cada especie, que no hay ningún ser repetido.
Los padres aman a todos
sus hijos y, a cada uno, de manera distinta, de la misma forma que Dios Padre,
Creador, ama a cada una de sus criaturas como únicas, singulares.
Individuar es diferenciar,
distinguir, definir la unicidad de una persona, una manifestación de dignidad.
El ADN corporal es lo que
distingue total y definitivamente un cuerpo de otro. El alma, creada
exclusivamente por Dios para cada persona, es lo que le define como ser humano,
racional, espiritual e irrepetible, singular.
¿Qué nos dice el Catecismo
de la Iglesia Católica (CIC)?
El alma espiritual no viene de los progenitores, sino que es creada directamente por Dios, y es inmortal. Al separarse del cuerpo en el momento de la muerte, no perece; se unirá de nuevo al cuerpo en el momento de la resurrección final.
La Iglesia enseña que cada
alma espiritual es directamente creada por Dios—no es "producida" por
los padres—, y que es inmortal: no perece cuando se separa del cuerpo en la
muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final
¿En
qué sentido el hombre es creado «a imagen de Dios?» CIC: 355-357
El
hombre ha sido creado a imagen de Dios, en el sentido de que es capaz de
conocer y amar libremente a su propio Creador. Es la única criatura sobre la
tierra a la que Dios ama por sí misma, y a la que llama a compartir su vida
divina, en el conocimiento y en el amor. El hombre, en cuanto creado a imagen
de Dios, tiene la dignidad de persona: no es solamente algo, sino alguien capaz
de conocerse, de darse libremente y de entrar en comunión con Dios y las otras
personas.
¿Para
qué fin ha creado Dios al hombre?
CIC 358-359:
Dios creó todo
para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecer en este mundo toda
la Creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la vida con Dios
en el cielo.
¿De
qué manera el cuerpo y el alma forman en el hombre una unidad?
CIC 362-365:
La
persona humana es, al mismo tiempo, un ser corporal y espiritual. En el hombre
el espíritu y la materia forman una única naturaleza. Esta unidad es tan
profunda que, gracias al principio espiritual, que es el alma, el cuerpo, que
es material, se hace humano y viviente, y participa de la dignidad de la imagen
de Dios.
El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios":
es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es
toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el
templo del Espíritu (1 Co 6,19-20; 15,44-45):
No es lícito al
hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que
considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y
que ha de resucitar en el último día.
La unidad
del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la
"forma" del cuerpo; es decir, gracias al alma espiritual, la materia
que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu
y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una
única naturaleza.
El ser humano,
por ser imagen y semejanza de Dios, tiene un recuerdo y memoria íntima de Dios,
añora y aspira a su creador como Padre.
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