Por qué Dios se hizo hombre
La
Iglesia nos da cuatro grandes razones
Necesitamos, de vez en cuando, repasar nuestras
verdades fundamentales porque eso nos ayuda a fortalecer nuestros cimientos.
Cuando recitamos el Credo decimos: "Por nosotros los hombres y por nuestra
salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo
hombre".
La Iglesia llama "Encarnación" al
hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a
cabo por ella nuestra salvación.
San
Pablo, en Flp 2, 5-8 «Tened
entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó
de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta
la muerte y muerte de cruz»
San
Gregorio de Nisa, Padre de la Iglesia, escribe en su hermosa “Oración
Catequética” que nos introduce en el tema:
«Nuestra
naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser
resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos
devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz;
estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos,
un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían
conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana
para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y
tan desgraciado?»
En el
Catecismo, se nos presentan estas cuatro grandes razones:
El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con
Dios: "Dios nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10). "El Padre envió a su Hijo
para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). "Él se manifestó para
quitar los pecados" (1 Jn 3,
5)
El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así
el amor de Dios:
"En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al
mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dios al
mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino
que tenga vida eterna" (Jn 3,
16).
El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y
aprended de mí ... "(Mt 11,
29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por
mí" (Jn 14, 6). Él
es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva:
"Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como
consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (Mc 8, 34).
El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de
la naturaleza divina":
"Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de
Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y
al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San
Ireneo de Lyon)
"Porque
el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de
Alejandría).
"El
Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió
nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los
hombres" (Santo Tomás de Aquino)
La fe en la verdadera encarnación del Hijo
de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana: "Podréis conocer en esto el Espíritu
de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de
Dios" (1 Jn 4, 2).
Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta
"el gran misterio de la piedad": "Él ha sido manifestado en la
carne" (1 Tm 3, 16).
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