Acoso callejero en América Latina: una lucha contra la tradición
Las mujeres latinoamericanas
se rebelan, buscando protección legal y… la educación de los hombres.
Un
resumen de lo que informa Oriana Miranda del diario Uchile
El
simple hecho de salir a la calle se convierte en una pesadilla para miles de
mujeres, en muchos países latinoamericanos, que desde temprana edad comienzan a ser víctimas
de comentarios, silbidos, gestos, roces,
tocamientos,… que las afectan
psicológicamente y disminuyen su sensación de seguridad en el espacio público.
Porque
una cosa es decir un piropo gracioso y respetuoso, que puede ser una
manifestación de galantería y otra cosa es la grosería en palabras y gestos que
son abuso, violencia y agresividad.
En los
últimos años, decenas de agrupaciones en América Latina han surgido como un
espacio de denuncia, permitiendo legislar y crear conciencia sobre una de las
formas más “naturalizada” de la violencia de género y una manifestación
primaria de cultura machista.
En Chile: son decenas de testimonios los que pueden leerse en el sitio web y la
página de Facebook del Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC), organismo
que nació a finales del año 2013 como iniciativa de un pequeño grupo de sociólogos.
“Lo que nos motivó fue visibilizar un tipo de violencia de género que era claro
que afectaba a muchísimas personas, pero que no tenía ninguna forma de trato en
nuestro país, a nivel de políticas públicas o desde la sociedad civil”, comenta
Francisca Valenzuela, socióloga de la Universidad de Chile y presidenta del OCAC.
.
De
acuerdo con la
Primera Encuesta de Acoso Callejero en Chile, realizada por
el OCAC, un 94,7 por ciento de las mujeres ha sido víctima de acoso sexual
callejero, práctica a la cual comienzan a acostumbrarse a partir de los nueve
años de edad, en pleno desarrollo físico y psicológico. Más de un 77 por ciento
de las encuestadas dice ser acosada al menos una vez por semana, mientras que
un 40 por ciento sufriría de acoso callejero diariamente.
El caso de Perú
El 26
de marzo, Perú se convirtió en el primer país de América Latina en sancionar
una ley sobre acoso sexual callejero. “Es un hito importante debido a que, por
primera vez, el Estado peruano reconoce de manera legítima al acoso sexual
callejero como una forma de violencia”, explica Johana Fernández, coordinadora
de proyectos de “Paremos el acoso
callejero”, primer observatorio sobre de la región dedicado exclusivamente
a la prevención y erradicación de estas prácticas.
La
iniciativa, nacida en 2011 al amparo de la Pontifica Universidad
Católica del Perú (PUCP), busca posicionar el acoso callejero en la agenda
pública y visibilizarlo como un problema real. “La propuesta tuvo buena acogida
desde la sociedad civil. Muchas personas, mujeres en su mayoría, reconocían la
necesidad de que alguien se ocupe del tema, el cual por tanto tiempo estuvo sin
ser abordado. Las plataformas virtuales del observatorio se convirtieron en
espacio de desahogo para muchas mujeres, las cuales contaban sus testimonios y
se daban ánimos entre sí. Sin embargo, también se han tenido resistencias por
parte de personas que consideraban que el denominar a estas prácticas como una
forma de violencia era exagerado. Estas resistencias aún se mantienen en
algunos sectores de la sociedad”.
La respuesta argentina
El
jueves 23 de abril, la diputada Victoria Donda, junto al candidato a jefe de
Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Humberto Tumini, presentaron un proyecto
de ley que busca sancionar las conductas de acoso sexual callejero.
No
podemos pensar en el acoso callejero solamente como una cuestión aislada,
porque tiene que ver con una relación de poder que se establece en un espacio
como la calle, con un derecho de paso que las mujeres tenemos que pagar por el
hecho de salir a la calle y desarrollar nuestras actividades cotidianas. La educación, la visibilización y llevarlo
a la ley son algunos puntos bastante importantes para cambiar esto”.
Sol
Bauzá, directora de OCAC Uruguay,
que nació en enero de este año, explica que la primera etapa del trabajo de la
organización es posicionar el tema en la agenda pública, para luego comenzar a
generar cifras sobre el acoso.
“Partimos
de la base de que el acoso callejero es parte de la violencia de género y de la
llamada cultura de la violación, un fenómeno cotidiano y perceptible pero que
la ciudadanía y el gobierno está minimizado en su gravedad y en su ataque a los
derechos, en especial de las mujeres, a la convivencia, al usufructo de los
espacios públicos y la circulación”, señala, advirtiendo que el acoso callejero
es un fenómeno que no distingue clases sociales: “acosa el bancario en la
puerta del banco tanto como el obrero desde un andamio, sin distinción de
estrato social, oficio ni nivel educativo”.
OCAC Colombia, surgió a comienzos del 2014 como la iniciativa
de un grupo de amigas, muy cansadas de vivir acoso callejero cotidianamente.
Así lo relata Natalia Giraldo, socióloga y una de sus fundadoras: “pedimos
ayuda al OCAC Chile y a “Paremos el acoso sexual callejero” en Perú, iniciamos
por redes sociales como forma de visibilizar y luego empezamos a planear
actividades en espacios públicos, charlas y debates. Ahora planeamos
implementar talleres para colegios y universidades y aplicar una encuesta a
nivel nacional”.
“Por lo
que hemos podido observar, el acoso callejero en Colombia se ve como algo
inofensivo por gran parte de los hombres, no se considera violencia y además se
ve justificado”.
A nivel
internacional, en junio de 2011, Unicef, ONU Mujeres y ONU-Hábitat lanzaron
la iniciativa Safe and Friendly Cities for All, que permitirá a las autoridades
locales tomar medidas para aumentar la seguridad, prevenir y reducir la
violencia, incluyendo la violencia sexual y el acoso contra mujeres y niñas.
Para Francisco Aguayo, director de “EME Masculinidades”, para terminar con este
tipo de prácticas y proteger a niñas y mujeres es preciso trabajar con la
población general de hombres, buscando que rechacen estas conductas en sus
pares.
“El
control social no debe provenir solo de las mujeres, sino que también de los
propios hombres. Para ello se debe
educar a la población de hombres en que se trata de conductas de violencia,
que vulneran derechos, que son reprochables y que pueden conllevar una sanción”.
“El día que los compañeros de trabajo hagan
sentir mal a aquel compañero que acosa, hace o dice algo de connotación sexual
a una mujer en el espacio público, realmente habremos logrado un cambio
cultural y los acosos serán menos frecuentes”.
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