¿Por qué eligió Jesucristo Doce Apóstoles?



¿Por qué eligió Jesucristo Doce Apóstoles?

En el Nuevo Testamento ¿es lo mismo Apóstol que Discípulo?

Para ser Apóstol debieron haber sido instruidos por Jesús, y haber visto al Señor resucitado.

Elección de los Doce

Durante su ministerio en Galilea, eligió a doce a los que, según añaden Marcos (3, 14) y Lucas (6, 13), “llamó también apóstoles”.
El nombramiento de los doce Apóstoles es narrado por los tres evangelios sinópticos (Mc 3, 13-19; Mt 10, 1-4; Lc 6, 12-16) utilizando casi las mismas palabras.

La palabra “apóstol”, del griego apostello, “enviar”, “despachar”, tiene un sentido etimológico muy general. Apostolos (apóstol) indica una persona que es enviada, una persona a la que se confía una misión, o mejor, una misión en el extranjero. En la versión griega del Antiguo Testamento aparece una sola vez, en III Re 14, 6. Por el contrario, en el Nuevo Testamento aparece, cerca de ochenta veces y no siempre es usada para designar a todos los discípulos del Señor, sino a aquellos pocos que fueron llamados en forma especial.

En los Evangelios, con frecuencia esos doce discípulos son indicados con las palabras mathetai (los discípulos), dodeka (los doce) y, después de la traición de Judas, incluso hendeka (los once).

Dos de los evangelios sinópticos añaden a la narración de la elección de los Doce una breve afirmación acerca de su función. Marcos (3, 14,-15): “Instituyó doce para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios”. Mateo (10, 1): “Y llamando a sus doce discípulos les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia”. Al narrar la elección de los Doce, Lucas no indica nada de sus funciones. Posteriormente (Mc 6, 7-13; Mt 10, 5-15, Lc 9, 1-5), Jesús envía a los Doce a predicar el Reino y a curar, y les da instrucciones muy definidas.
Juan 6:25-70: “muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él.
Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?
Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?
Misión de los Apóstoles

Mc 16, 16: “Id pues y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a observar todo lo que yo os he mandado”. Los textos de Lucas señalan hacia el mismo oficio de predicar y dar testimonio.

Los Hechos de los Apóstoles y las epístolas escritas por los Apóstoles los muestran en el incansable desempeño de esa función. En todas partes es el Apóstol el que gobierna a los discípulos, predica las enseñanzas de Jesús como testigo auténtico y administra los ritos sagrados. Para cumplir tal oficio debieron haber sido instruidos por Jesús, y haber visto al Señor resucitado. 

Estas son, sin lugar a dudas, las condiciones que los mismos Apóstoles exigen de quien haya de suceder a Judas Iscariote. “De entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección” (Hech 1, 21-22).
Además, queda reforzada por una objeción presentada a San Pablo: como que él fue llamado al apostolado de forma extraordinaria, con frecuencia debió defender la autenticidad de su autoridad apostólica y proclamar que él había visto al Señor (I Cor 9, 1). La instrucción y la elección directa por parte de Jesús eran, por tanto, las condiciones para denominarse Apóstol. A manera de excepción, bastaba una vocación extraordinaria, como es el caso de Pablo, o una decisión del Colegio Apostólico, como en el caso de Matías.
Autoridad de los Apóstoles
La autoridad de los Apóstoles procede del oficio que les fue impuesto por Nuestro Señor, y está basada en las palabras del mismo Cristo. Él estará con ellos todos los días hasta el fin de los tiempos (Mt 28, 20) y corroborará su predicación (Mc 16, 16). Les enviará la “promesa del Padre”, el “poder de lo alto” (Lc 24, 49). Los Hechos de los Apóstoles y las epístolas del Nuevo Testamento nos muestran cómo se ejerció esa autoridad. Los Apóstoles hacen leyes (Hech 15, 29; I Cor 7, 12ss.), enseñan (Hec 2, 37), afirman que su enseñanza debe ser recibida como palabra de Dios (I Tes 2, 13), castigan (Hech 5, 1-11; I Cor 5, 1-5), administran los sagrados ritos (Hech 6, 1 ss.; 16, 33; 20, 11), aseguran su sucesión (II Tim 1, 6; Hech 14, 22). En términos teológicos actuales, el apóstol, además del poder del orden, tiene el poder general de jurisdicción y magisterio (enseñanza).

Mateo 19:28: “Mas Jesús le respondió: En verdad os digo, que vosotros que me habéis seguido, el día de la resurrección universal, cuando el Hijo del hombre se sentará en el solio de su majestad, vosotros también os sentaréis sobre doce sillas, y juzgaréis las doce tribus de Israel”.

Sucesión de los Apóstoles
Como la autoridad que el Señor otorgó a los Apóstoles les fue dada para bien de toda la Iglesia, es natural que tal autoridad hubiese de permanecer incluso después de su muerte.

Esa autoridad debe pasar a los sucesores establecidos por los Apóstoles. Ya en los documentos cristianos más antiguos que hablan de las comunidades primitivas encontramos ministros establecidos, algunos de ellos al menos, por el rito usual de la imposición de las manos. Se les conoce por varios nombres: presbíteros (presbyteroi, Hech 11, 30; 14, 22; 15, 2-23; 16, 4; 20, 17; 21, 18; I tim 5, 17-19; Tit 1, 5); obispos (episkopoi, Hech 20, 28; Fil 1,1; I Tim 3, 2; Tit 1, 7); presidentes (prostamenoi, I Tes 5, 12; Rom 12, etc.); cabezas (hegumenoi, Heb 13, 7-24, etc.); pastores (poimenes, Ef 4, 11); maestros (didaskaloi, hech 13, 1; I Cor 12, 28 s.); profetas (prophetai, Hech 13, 1; 15, 32; i Cor 12, 28-29, etc.) y algunos más. Junto a ellos se encuentran los delegados apostólicos, como Tito y Timoteo. Los términos más usuales son presbítero y obispo. Estas palabras estaban destinadas a convertirse en los nombres técnicos de las autoridades de la comunidad cristiana.

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