¿Quién fue peor para la población indígena, los conquistadores españoles o los peregrinos puritanos ingleses?


 


¿Quién fue peor para la población indígena, los conquistadores españoles o los peregrinos puritanos ingleses?

 

Por Vicent Palasí

Yo vivo en Latinoamérica y viví un año en Estados Unidos. En el país donde vivo, la gente con rasgos indígenas son mayoría.

En Estados Unidos sólo vi personas nativas con rasgos europeos, con una excepción. Una vez que iba conduciendo hasta el cañón del Colorado, paré en un Taco Bell de un pueblo perdido en medio de la nada para comer en medio del viaje. Todos rostros europeos, menos una familia indígena. La madre de la familia era muy parecida a una madre de una novia que tuve yo en Latinoamérica. Una familia con rostros indígenas es lo único que vi en todo un año. En Latinoamérica veo gente así todos los días a todas horas.

Por supuesto, no cuento los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos porque ellos son inmigraciones recientes y no tienen que ver con la conquista. No creía que debía aclarar esto, por obvio. Sin embargo, después de leer un comentario he decidido aclararlo.

Ahora dime tú, ¿quién fue peor para la población indígena? ¿Quién se mezcló con ellos y quién los exterminó? El matrimonio interracial fue legal en el imperio español desde 1514 (sólo 22 años después del descubrimiento de América). En Estados Unidos, sólo fue legal a partir de 1967. Y por alguna razón, la historia de los españoles y latinoamericanos siempre se pinta negra, mientras que los anglosajones presumen ser los avanzados y los de los derechos.

Los anglosajones son los reyes de la propaganda. Así los ingleses en América fueron "colonos" mientras los españoles fueron "conquistadores"

En medio de la conquista, llegaron al rey de España (Carlos I), noticias de que se estaba abusando a los indígenas. El rey paró la conquista y hubo un debate intelectual en la Corte sobre si los españoles tenían derecho de conquistar a los indígenas. Este es un hecho único en la historia de la humanidad. No lo ha habido ni antes ni después. Ni en nuestros días. El que conquista, siempre dice que tiene derecho a conquistar.

Claro que hubo abusos a los indígenas: muchos. Solía pasar que los hacendados se aprovechaban de la lejanía del Rey para violar las leyes que protegían a los indígenas. Era una época de abusos. Pero muchos menos que los ingleses (y muchísimos menos que los aztecas). Pero para saber quien fue peor para la población indígena, sólo tienes que abrir los ojos.

Podría seguir y seguir. Si quieres profundizar en este asunto, mira cómo fueron tratados los indígenas del Oeste, antes y después de que su territorio pasara de México a Estados Unidos.

 

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Expulsión de los judíos en Europa

 



Expulsión de los judíos en Europa

Por

Alfonso Lorenzo Alonso

 

El primer resultado que arroja Google al término «Expulsión de los judíos» es una entrada a la Wikipedia dedicada al episodio que se produjo en España en 1492. Lo mismo ocurre si se realiza la búsqueda en inglés, «Expulsion of Jews», con otras tantas referencias a los Reyes Católicos. Resultados difíciles de comprender si se tiene en cuenta que lo ocurrido en España no fue la expulsión más masiva, ni la última, ni por supuesto la más violenta. Francia expulsó a esta minoría religiosa hasta cuatro veces en su historia, sin que su persistente antisemitismo resulte tan interesante para el imaginario popular.

Al igual que ocurre con la Guerra de Flandes, la Conquista de América o la Inquisición española, la propaganda contra el Imperio español intoxicó y exageró lo que realmente supuso la expulsión de los judíos de la España de los Reyes Católicos en 1492. Con el tiempo, la propaganda se convirtió en historiografía... de ahí la imagen deformada de Isabel y Fernando como unos fanáticos irracionales, capaces de causar la ruina económica y demográfica a sus reinos antes que convivir más tiempo con los judíos. Nada más lejos de la realidad.

La expulsión de los judíos de España fue firmada por los Reyes Católicos el 31 de marzo de 1492 en Granada. Lejos de las críticas que siglos después ha recibido en la historiografía extranjera, la decisión fue vista como un síntoma de modernidad y atrajo las felicitaciones de media Europa. Incluso la Universidad de la Sorbona de París transmitió a los Reyes Católicos su satisfacción por una medida de aquella índole. La mayoría de los afectados por el edicto eran, de hecho, descendientes de los expulsados siglos antes en Francia e Inglaterra.

Salvo en España, los grandes reinos europeos habían acometido varias ráfagas de deportaciones desde el siglo XII. Sin ir más lejos, el Rey Felipe Augusto de Francia ordenó la confiscación de bienes y la expulsión de la población hebrea de su reino en 1182. Una medida que en el siglo XIV fue imitada otras tres veces (1306, 1321 y 1394) por distintos monarcas galos. No en vano, la primera expulsión realmente masiva la dictó Eduardo I de Inglaterra en 1290.

El edicto español de 1492 establecía que los judíos tenían un plazo de cuatro meses para abandonar el país o convertirse al cristianismo. Como en el resto de países de Europa, la medida perseguía en última instancia unificar todo el reino bajo una misma religión, en un tiempo donde política y credo eran la misma cosa.

En tiempos de los Reyes Católicos, siempre según datos aproximados, los judíos representaban el 5% de la población de sus reinos con cerca de 200.000 personas.

De todos estos afectados por el edicto, 50.000 nunca llegaron a salir de la Península, pues se convirtieron al Cristianismo, y una tercera parte regresó a los pocos meses alegando haber sido bautizados en el extranjero. Algunos historiadores han llegado a afirmar que solo se marcharon definitivamente 20.000 habitantes El odio inicial hacia España de los sefardíes (llamados así en referencia al territorio de Sefarad, el nombre que recibe la Península ibérica en lengua hebrea) dejó paso con el transcurso de los siglos a una especie de añoranza por la amada tierra de sus ancestros.

Todavía hoy, España es sinónimo de nostalgia para la comunidad sefardí, que ha mantenido vivos sus lazos con la cultura ibérica a través de sus costumbres y su lengua. A modo de ejemplo, se pueden encontrar lugares, como algunas zonas de Bulgaria, donde aún se habla el ladino, un idioma procedente del castellano medieval.

En la actualidad, la comunidad sefardí alcanza más de dos millones de integrantes, la mayor parte de ellos residentes en Israel, Francia, Argentina, Estados Unidos y Canadá. Su presencia también es reseñable en los antiguos territorios pertenecientes al Imperio español, donde se refugiaron tras la persecución sufrida a manos de los nazis durante la II Guerra Mundial en busca precisamente de una cultura y una lengua que aún les resultaban familiares.

 

 


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La confesión de un doctor abortista

La confesión de un doctor abortista: «Da náuseas, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio»

De ReL

¿Puede un abortero alegrarse de que un día no hizo bien su trabajo? ¿Puede seguir siendo partidario del aborto y haberlos practicado a mansalva, y ahora huir en lo posible de ellos?

Massimo Segato es un médico abortista, socialista, ateo… Pero últimamente ya casi no hace abortos, intenta evitarlos. Tiene miles de ellos a sus espaldas. “Salía de la sala de operaciones y tenía un sentimiento de náuseas…”

¿Por qué ha hecho tantos abortos con dudas? Por militancia ideológica. “Alguien tenía que hacer el trabajo sucio y yo era uno de esos y todavía lo soy. Es como, para un soldado, ir a la guerra”.

Y sobre las mujeres, es claro: “No estoy sereno. Como no lo están las madres que durante tantos años han pasado por mi consulta. Jamás he visto una contenta con su aborto. Más bien, muchas son devoradas para siempre por el sentimiento de culpa”. Lo cuenta, con franqueza sorprendente, a Andrea Pasqualetto en Il Corriere.

Confesiones de un médico abortista: “Un trabajo sucio, como la guerra”
Aquel día sintió que se le helaba la sangre. La intervención no había salido bien y un mes después la señora todavía llevaba en su seno al niño que no quería.

“Había aspirado algo que no era el embrión, me había equivocado”, reconoce hoy con honestidad Massimo Segato, de 62 años, subdirector de Ginecología en el hospital de Valdagno, en el Alto Vicentino, médico no objetor con miles de interrupciones del embarazo a sus espaldas.

“Una mañana volví a encontrarme con esa señora, que acababa de dar a luz. Me detuvo y me dijo: ‘Doctor, ¿se acuerda de mí? ¿Ve esto? Esto es su error’”. Así que el niño no deseado había nacido. “Un precioso morito, ya tenía pelo y tomaba el pecho, tranquilo. Ella sonreía. Fue entonces cuando tuve mi primera crisis de conciencia”.

Hoy aquel recién nacido tiene treinta años, un trabajo y dos hermanos mayores. Y no sabe que vino al mundo por un error médico. “El error más hermoso de mi vida”, dice Segato.

Es la historia de un médico abortista y de un niño que no debía nacer. En aquella época Segato hacía trescientas intervenciones al año. Era el Veneto de la Ballena Blanca [apodo de la Democracia Cristiana], de una realidad social profundamente católica.

“Las religiosas del hospital se hacían cruces cuando me veían, el capellán decía que a mi lado Herodes era un aficionado, aunque luego comíamos juntos y nos habíamos hecho amigos. Yo, sin embargo, seguía convencido de mi decisión. La consideraba honrada y llena de sentido cívico, respetuosa de la vida de las madres destinadas a abortar clandestinamente. Querría recordar que antes de la ley de 1978 se usaban las agujas de tricotar y las tenazas y los ginecólogos se movían en un Ferrari porque se hacían pagar bien su trabajo sucio”.
 
Un poco radical, un poco socialista, ateo respetuoso y envidioso de quien tiene fe, Segato siempre ha ido muy contracorriente.

Casi todos los ginecólogos objetan
La gran mayoría de los médicos eran y son objetores, y en Valdagno son todavía 6 de 8, y 7 de 9 en la vecina Arzignano, donde él era responsable del servicio de abortos.

“No tengo nada contra ellos. Pero entre ellos también hay algún hipócrita: conozco uno, por ejemplo, que hacía abortos clandestinos. Por no hablar de los políticos. Recuerdo un caso en el 82: me llama el director, me dice, Massimo, éste es un caso delicado. Se trataba de un importante político casado, declaradamente contrario al aborto, que había llevado a su amante. El director  me dijo que pusiese a la chica en una habitación aparte para que nadie lo supiese”.
 
Después del error, sin embargo, algo cambió en su cabeza. Segato volvió a ver a aquella madre. “El niño crecía inteligente y vivaz. Un día la señora llegó incluso a agradecerme mi error. Es decir, se lo agradeció al Cielo. Cuando nació, sin embargo, quería denunciarme”.

Crecen las dudas 
Segato continuó siendo abortista, pero afloraron dudas y redujo el número de intervenciones.

“Y cada vez que salía de la sala de operaciones tenía un sentimiento de náuseas. Comenzaba a preguntarme si estaba realmente haciendo lo correcto. ¿Cuántos niños podían ser como aquel pequeño? Pero me respondía que sí, que estaba bien lo que hacía. Lo hacía por esas mujeres”.

Sin embargo, el convencimiento ideológico vacilaba.

“Continuaba solo por compromiso cívico, por coherencia. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio y yo era uno de esos y todavía lo soy. Es como, para un soldado, ir a la guerra. Si el Estado decide que hay que ir a la guerra, alguien tiene que ir”.
 
Hoy, tras treinta y cinco años de servicio, Segato ya casi no opera. Hace intervenciones ginecológicas, partos, ecografías. Pero no abortos.

 “Si puedo, lo evito y me siento contento. Sí, sé que yo también debería hacerme objetor, pero no lo hago por no desdecirme respecto a la decisión inicial. La verdad es que cuantos más años pasan más a disgusto me encuentro y sólo intervengo para emergencias. Pero si sucede, no estoy sereno. Como no lo están las madres que durante tantos años han pasado por mi consulta. Jamás he visto una contenta con su aborto. Más bien, muchas son devoradas para siempre por el sentimiento de culpa”.
“Cuando vuelvo a verlas me dicen: ‘Doctor, todavía tengo aquella cicatriz, me la llevaré a la tumba’. Luego lo piensas y le das vueltas y te dices que para muchas de ellas habría sido peor no hacerlo, y sigues adelante, autoabsolviéndote”.
 
Aquella mujer y aquel niño
Desde lo más profundo surgen preguntas existenciales: “¿La mujer o el embrión? ¿En qué momento comienza la vida? Nadie lo puede decir, ni siquiera la ciencia… tal vez la filosofía”.

La madre que no quería a su hijo se fue de Valdagno. “Tenía miedo de encontrarse conmigo, no quería que su hijo lo supiese”. Segato no les ha vuelto a ver ni les ha buscado.

Pero están muy presentes en su pensamiento y alguna vez, cuando le llaman para una emergencia, ellos le hablan en la distancia.




Los protestantes persiguieron más que la propia Inquisición


Elvira Roca, autora de ‘Imperiofobia y leyenda negra’:
 “Los protestantes persiguieron más que la propia Inquisición”
Entrevista de Javier Torres en Actuall

La historiadora Elvira Roca, autora de "Imperiofobia y leyenda negra", responsabiliza a las élites españolas del siglo XVIII por asimilar de forma acrítica la doctrina ilustrada francesa, gran responsable de la imagen negativa del imperio español que dominó el mundo desde el XVI.

No es frecuente que un ensayo de historia se mantenga en la lista de los libros más vendidos. Pero la historiadora Elvira Roca, (El Borge, Málaga, 1966), investigadora del CSIC, lo ha conseguido. 

Y con una tesis políticamente incorrecta. Le ha hincado el diente a un tema tabú desde hace siglos, la leyenda negra que España lleva colgada como un sambenito.
El libro, “Imperiofobia y leyenda negra” (editorial Siruela), desmonta los tópicos que con tanto éxito construyeron los enemigos de la hispanidad. Mitos que hablan de una España oscura y atrasada a pesar de ser capaz de llevar su fe a América y ser primera potencia mundial en el siglo XVI. Un estigma del que ya nunca se pudo librar.

Elvira Roca sostiene que nada de eso hubiera ocurrido sin el seguidismo de los intelectuales españoles de la Ilustración o el pesimismo histórico de la generación del 98, que ayudaron a asimilar y propagar el relato envenenado cocinado al fuego de las luces de la Ilustración: España es culpable.

Interiorizado el complejo las élites españolas repitieron la doctrina ilustrada de forma acrítica contra España, muy al contrario de lo que sucedía en nuestro país vecino: Voltaire, que se pasó la vida exiliado de una Francia que prohibió sus obras, jamás escribió nada que supusiera una afrenta a su país. Las comparaciones son odiosas.

Roca recoge en su libro que instituciones como la Inquisición o episodios como la expulsión de los judíos en 1492 -algo repetido en otras naciones de Europa en otros momentos históricos- fueron magnificados de tal forma que aún pesan en el imaginario de la culpa colectiva hispana.

La mala prensa sobre España y su imperio, ¿es el precio a pagar por la conquista de América?
Es el precio a pagar por muchas cosas. La propaganda antiespañola fue útil en un momento de la Historia como parte del aparato de autojustificación del protestantismo y de varios nacionalismos, era un tipo de mentalidad dual que segrega un enemigo y transforma en demonio al enemigo. El asunto no es que haya en nuestra historia errores y equivocaciones como en cualquier otro país, el caso es la posición peculiar que ocupan esos errores dentro del imaginario europeo.

Ejemplo de errores y equivocaciones en otro país…
En la historia de Francia hay hechos muy vergonzosos y algunos en el siglo XX, pero sobre ellos no ha caído el descrédito general ni la calificación de pueblo ignorante y anómalo en el conjunto de Europa. En España sí se ha producido esa corriente con casos que ni mucho menos han sido anómalos en la historia europea.
“Con la llegada de los Borbones nuestras élites copiaron a los ilustrados franceses y asimilaron que no había habido un caso de intolerancia religiosa comparable a la Inquisición española”

¿Por ejemplo?
La expulsión de los judíos. En ningún lugar ha adquirido las connotaciones peculiares que ha adquirido en nuestra historia. La expulsión de los judíos de España en 1492 parece única cuando en realidad no lo fue, es algo que ha ocurrido en Europa durante muchos siglos. ¿Por qué en nuestro caso es peculiar y en los otros no?

Sánchez Dragó escribió el ensayo ‘Y si habla mal de España, es español’ en el que retrata nuestros complejos y leyendas. ¿Acaso somos los españoles los principales entusiastas de la leyenda negra?
La hemos asumido con absoluto entusiasmo. En el siglo XVIII llegan a España los Borbones y, con ellos, la hispanófoba Ilustración francesa; para Francia siempre fue útil todo lo que fuese perjudicial a España. Pero nuestras élites copiaron a los ilustrados franceses y propiciaron una asimilación que sostenía que no había habido un caso de intolerancia religiosa comparable a la Inquisición española, cuando justamente es al revés.

¿Al revés?
La intolerancia religiosa se la tendrían que colgar los pueblos protestantes, que fueron más perseguidores que la propia Inquisición.

¿No hubo reacción a esa corriente?
Nuestras élites generaron la tradición por la cual si quieres ser un intelectual prestigioso en España tienes que ser crítico hasta la extenuación con nuestro país. Pero fue lo único que se imitó de la Ilustración, porque la Ilustración francesa trabajó siempre a favor de la creación de Francia como potencia. Voltaire se pasó la vida exiliado de una Francia que prohibió sus obras. ¡Pues en Voltaire no hay una sola crítica a su país! Podría haber dicho que allí se persigue la libertad y la cultura. Pero no sólo él, ninguno de los intelectuales galos de la Ilustración escriben algo contra Francia, al revés: para ellos es el país más hermoso de Europa, donde hay más libertad y donde brillan las luces y la razón.

¿En qué medida influyó el declive del imperio en América?
El fin de las colonias americanas tampoco ayudó; y a finales del XIX las élites españolas justifican la crisis nacional recurriendo a los tópicos de la leyenda negra: España se lo merece, es que esto tenía que acabar mal porque hemos sido los más intolerantes, los campeones de la falta de libertad… Y entonces se asume que la culpa de la caída del imperio la tienen quienes lo levantaron en el XVI. Algo absurdo, claro, lo lógico hubiera sido analizar qué es lo que ocurre en nuestro siglo XIX para explicar el derrumbe del imperio.

¿Es imposible la construcción de un Imperio sin que arrastre una leyenda negra?
Es casi imposible. Yo no he estudiado todos los imperios, pero en líneas generales todos tienen esa sombra en gran parte propiciada por la envidia. Ahora sucede algo parecido con los Estados Unidos, que hasta vestimos a nuestros hijos de Halloween e incluso copiamos su catastrófica gastronomía. También hay fiebre por el idioma y no porque venga la Sexta Flota a obligarnos a abrir una academia en nuestro barrio. Lo hacemos porque queremos. Y todo esto al final genera un sentimiento de resquemor o envidia que necesita una explicación sencilla. Todo esto genera la imperiofobia. Pues esto mismo ocurría con España en el siglo XVI, en Europa se imitaba la moda española, se estudiaba español y todo eso segregaba un enorme malestar.
¿Existiría la Leyenda Negra si los primeros conquistadores de América no hubieran sido españoles?
El ejemplo está en el norte de América, donde hubo una conquista y no ha sido argumento para pensar que todos los ingleses son unos bárbaros ni para pensar que los norteamericanos lo son desde la independencia de las 13 colonias. La América hispana está llena de indios y mestizaje mientras que en el norte no lo hay, y la que hay es población hispana preexistente, ya que la mitad de los territorios de EEUU fueron del imperio español. Una amiga medio india navaja de Texas me dijo una vez: “Yo no he emigrado nunca, fueron los Estados Unidos los que vinieron hasta mi casa”. Pocos indios lograron sobrevivir en los territorios que ocuparon del este al oeste.

No todas las colonizaciones fueron iguales, claro.
Los ilustrados jamás vieron las ciudades, hospitales, universidades y catedrales españolas en América. Ni tampoco las leyes de Indias, ni el mestizaje ni el crecimiento de la población. Sin embargo, se pasaron la vida hablando de la vergüenza para la humanidad que suponía España, pero nunca dijeron nada sobre la moda francesa de cortar cabelleras o la de ser incapaces de construir una ciudad en siglo y medio. ¡Los franceses no dejaron nada en América!
“Es falsa la idea de que España coloniza el sur de América y el resultado es pobreza mientras que los ingleses colonizan el norte y el resultado es riqueza”
En cambio, España dejó universidades y catedrales. Quizá tenga usted razón en lo de la envidia.
Sólo hubo universidades en la América hispana. El imperio británico durante su segunda expansión tan sólo fundó cuatro. España dejó una infraestructura educativa espectacular. La pena y el dolor fue que, en gran parte, fue destruida tras la independencia, etapa en la que la América hispana sufre un empobrecimiento total. La idea de que España coloniza el sur de América y el resultado es pobreza mientras que los ingleses colonizan el norte y el resultado es riqueza es falsa.

¿Otro mito?
Cuando se produjeron las independencias los virreinatos españoles eran mucho más ricos que las 13 colonias norteamericanas. Y se puede medir tanto en población, demografía, justicia, velocidad del correo, capacidad adquisitiva, sistema educativo… Sin embargo tras la independencia de España en pocas décadas se dio un vuelco: el sur se empobreció a pasos agigantados mientras que el norte anglosajón creció deprisa. La supuesta ‘liberación de la tiranía española’ supuso un empobrecimiento bestial de la población. En 50 años pasaron de estar a la cabeza al furgón de cola.

En una sola jornada de la Revolución francesa murió más gente asesinada que en los casi cuatro siglos de Inquisición. ¿Por qué unos crían la fama y otros cardan la lana?
Estudiamos la Revolución francesa como si fuera un gran logro de la humanidad. Percibo cierta torpeza de los católicos en manejar la propaganda y controlar la opinión pública que existe sobre ellos. Esta batalla se pierde en el momento en el que el protestantismo consigue que los pueblos del sur de Europa asuman su inferioridad moral. A España le cae la del pulpo más que a nadie por su torpeza. No logramos ver que al otro lado se está generando una opinión pública interesada y manipulada. Esa puesta en escena no es casual.

¿Esto lo seguimos viendo hoy?

Que toda Europa haya ido a Alemania a colocar el dinero durante la última crisis cuando los alemanes han sido los responsables de tres ruinas sucesivas en la historia de Europa lo dice todo. Los alemanes no han pagado las deudas en su vida. Desde Bismarck arrastran una historia de los impagos. Y sin embargo todo el mundo llama a la puerta de los bancos germanos para dejar allí su dinero. España, en cambio, pagó tras la guerra del 1898 su deuda con los Estados Unidos asumiendo además la de Cuba.

¿Es comparable la leyenda negra que se construye contra España a la de otros imperios como Roma, Estados Unidos o Rusia?
Es muy difícil que podamos medir la virulencia de la propaganda contra Roma, pero sí la de hoy contra EEUU. Pero yo destacaría que el único caso de imperiofobia en Europa es la de España y la importancia que eso tiene en nuestro entorno es decisiva: los protestantes crecieron con la noción de que existió una religión pervertida, un cristianismo malvado y un mensaje degradado de Jesucristo (la Iglesia de Roma).

¿Acaso es el catolicismo lo que inspira a los enemigos de España a construir la Leyenda Negra?
No, para nada. Es al revés. Usan el catolicismo como coartada. Si no hubiera sido el catolicismo hubiera sido otra cosa, necesitaban fabricar algo que les colocara en la posición de supremacía moral. Había que atacar a España y a las bases de su moral en tanto que imperio poderoso. España tenía en el mundo una posición contraria a las iglesias nacionales que sí había en Inglaterra. España no podía más que defender el catolicismo que defiende una moral supranacional, es decir, no es de ninguna nación ni de ningún rey. En cambio las iglesias protestantes son propiedad de las naciones al frente de las cuales se colocaron reyes o príncipes luteranos. El imperio español siempre defendió que la religión está por encima de las naciones.