El enfrentamiento entre la ciencia médica y la “cultura de género”.



¿Cirugía para cambiar de género?

El enfrentamiento entre la ciencia médica y la “cultura de género”.

I. El caso del fraude del Dr. John Money, uno de los pioneros de la cultura de género.

El periodista estadounidense, John Colapinto, publicó su investigación en diciembre de 1997 en Rolling Stone”, con el título: As Nature Made Him. The Boy Who Was Raised as a Girl”  (“Como la naturaleza lo hizo. El niño que creció como una niña”).

John Colapinto da seguimiento a la siguiente historia:
El 22 de agosto de 1965 nacieron en el hospital St. Boniface de Winnipeg (Canadá) dos gemelos idénticos, Bruce y Brian Reimer. Ambos tenían un problema de fimosis en el pene, por lo que fue necesaria una circuncisión, operación sencilla y de rutina, a la que los padres, Ron y Janet, dieron su consentimiento sin problemas. 

Pero, por un error sorprendente, quemaron el pene de Bruce. Los padres, desesperados, tras una serie de consultas médicas se pusieron en manos de John Money, un médico del que habían oído hablar en la televisión por sus milagros de «reasignación sexual» que llevaba a cabo en el Johns Hopkins Hospital de Baltimore. 

Money era ya entonces uno de los investigadores en sexología más respetados del mundo  y pionero de la ideología de género.
Durante años el Dr. Money ganó fama exponiendo al público el éxito del cambio de género mediante cirugía de Bruce Reimer, cuando en realidad estaba sucediendo todo lo contrario.

Brenda, el nuevo nombre que se le había asignado a Bruce,  seguía comportándose “como un marimacho”, ignoraba las muñecas que le regalaban, adoraba pelear con sus amiguitos, construía fuertes en lugar de peinarse delante del espejo. En el baño, hacía pipí de pie. En sus sueños imaginaba que era un veinteañero «con bigotes», pero tenía miedo de decírselo a sus padres por temor a desilusionarlos. En el colegio la llamaban «gorila» 
La realidad es que Brenda, con once años, empezó a tener instintos suicidas. Los asistentes sociales y los médicos de su ciudad entendieron que algo no iba bien, pero la fama de Money era demasiado grande para poder ensombrecerla. 

Brenda transcurrió su infancia pasando de un psicólogo a otro y no era la «chica feliz» de la que hablaban los best-sellers de Money.
Brenda decidió volver a su sexo biológico. Eligió llamarse David porque este es el nombre «del rey asesino de gigantes de la Biblia», el niño que combate y vence al poderoso Goliat. 

Empezó a inyectarse testosterona, le crecieron los primeros pelos en el rostro, a los dieciséis años se sometió a la primera operación para la creación del pene.
Mientras esperaba la mayoría de edad, permaneció escondido dos años en el sótano de su casa. 
Colapinto relata que en el verano de 1988 David hizo «algo que no había hecho antes: acabé rezando. Dije: “Tú sabes que he tenido una vida terrible. No tengo intención de quejarme contigo porque Tú debes saber porque me estás haciendo pasar por todo esto. Podría ser un buen marido, si se me diera la posibilidad”».

Dos meses después conoció a Jane, una madre soltera que había tenido tres hijos de tres hombres distintos. Se enamoraron. Se casaron el 22 de septiembre de 1990.
Pero en 1994,  el Dr. Diamond, después de haber conocido a David, escribió un artículo para desvelar la realidad sobre el “caso de los dos gemelos”. 

El Dr. Milton Diamond, el primer investigador que contestó las tesis de Money, asestó un duro golpe a su credibilidad. Money, aunque ya no hablaba del caso de los gemelos, seguía sosteniendo las tesis de género que continuaron facilitándole grandes financiaciones, también públicas. 

La tesis de Diamond era que, aunque la educación tenía un papel importante al plasmar la identidad, ésta es fruto del dato biológico concedido por la naturaleza. Diamond tardó dos años en encontrar una revista que aceptara el texto y cuando apareció fue una bomba.
Para Money – «Hot Love Doctor» (Doctor Amor Caliente) como lo llamaban los periódicos – empezó el declive.



II. La investigación del Dr. Paul McHugh que le lleva a cerrar la clínica John Hopkins.

Los psiquiatras tenemos que concentrarnos en intentar arreglar sus mentes y no sus genitales.

La John Hopkins University,  fue en 1960 el primer centro médico americano que se lanzó a hacer cirugía de cambio de sexo (“sex-reassignment surgery”)  
En el Johns Hopkins se nombró como director de psiquiatría a Paul McHugh, un católico coherente, que puso en marcha una investigación sobre cincuenta transexuales tratados en la clínica para la identidad sexual del Hopkins desde su fundación en 1966. Ninguno de ellos había sentido ningún beneficio. Estas son algunas de sus ideas expuestas en el Wall Street Journal (13.06.2014):

Decidí desafiar lo que yo consideraba ser una mala dirección de la psiquiatría y exigir más información, tanto antes como después de las operaciones.
Los sujetos post-quirúrgicos me parecían caricaturas de mujeres. Llevaban zapatos de tacón alto, mucho maquillaje y vestidos llamativos; me explicaban cómo se sentían al poder dar rienda suelta a sus inclinaciones naturales por la paz, la domesticidad y la dulzura. 
Pero sus grandes manos, sus prominentes nueces de Adán y sus evidentes rasgos faciales eran incongruentes y lo serían cada vez más a medida que envejecieran.
Las psiquiatras a las que los enviaba para que hablaran con ellos conseguían ver intuitivamente a través del disfraz y la exageración en los gestos. "Las chicas conocen a las chicas", me dijo una de ellas, "y eso es un chico".

Nosotros pusimos en marcha un estudio en los años 1970 comparando resultados entre individuos transgénero sometidos a dicha cirugía y aquellos que no fueron operados. La mayoría de los pacientes tratados con cirugía se describían a sí mismos como “satisfechos” por los resultados, pero sus reajustes psicosociales consiguientes no fueron mejores que los de quienes no se habían operado.
 Y por ello, en la Hopkins dejamos de practicar cirugía de cambio de sexo, ya que obtener pacientes “satisfechos” pero aún con problemas parecía una razón inadecuada para amputar quirúrgicamente órganos normales.
En el núcleo del problema está la confusión sobre la naturaleza de los transgénero. El “cambio de sexo” es biológicamente imposible. Las personas que se someten a cirugía de cambio de sexo no cambian de hombres a mujeres o viceversa. Más bien se vuelven hombres feminizados o mujeres masculinizadas. Reivindicar que esto es asunto de derechos civiles y fomentar una intervención quirúrgica es en realidad promover un trastorno mental y colaborar en él.
El transgénero sufre un trastorno de aceptación o asunción el de otros trastornos muy familiares a los psiquiatras. En los transgénero, la asunción trastornada es que el individuo difiere de lo que le ha sido dado de natural —es decir, su propia masculinidad o feminidad.
Ahora parece que nuestra decisión de hace ya tiempo fue una decisión sensata. Un estudio de 2011 efectuado en Suecia en el Karolinska Institute dio lugar a los resultados más esclarecedores obtenidos hasta ahora en lo referente a los transgénero, una evidencia que debería dar que pensar a los abogados. Este estudio fue a largo término —tanto como 30 años— y siguió a 324 personas que habían sido sometidos a cirugía de cambio de sexo. El estudio reveló que comenzando unos 10 años después de la operación, los transgénero comenzaron a experimentar dificultades mentales progresivas. Lo más terrible fue que su mortalidad por suicidio aumentó casi por 20% por encima de la población comparable no transgénero. La alta tasa de suicidio se opone con certeza a la indicación de cirugía.
Con estos hechos en la mano llegué a la conclusión de que el Hopkins estaba fundamentalmente colaborando con una enfermedad mental. 
Pensé que nosotros, los psiquiatras, teníamos que concentrarnos en intentar arreglar sus mentes y no sus genitales.

Se cerró la clínica, a pesar de las inútiles protestas de la comunidad transgender.



III. El cambio de parecer Dr. Robert L. Spitzer

El conocido estudio del Dr. Spitzer: es posible el cambio a la heterosexualidad
El Dr. Robert L. Spitzer influyó de manera muy importante en la clasificación de las enfermedades mentales. Es un profesor retirado de psiquiatría de la Universidad de Columbia.
Los escritores Joseph Nicolosi y Linda Ames Nicolosi nos narran como surgió el cambio de opinión del Dr. Spitzer.

Así afirma el Dr. Spitzer, después de sus investigaciones: Como muchos psiquiatras, creía que la conducta homosexual podía ser reprimida pero, que nadie podía, en realidad, cambiar su orientación sexual. Ahora creo que eso no es cierto: algunas personas pueden cambiar y, de hecho, lo hacen
El Dr. Spitzer era escéptico, pero decidió comprobar por sí mismo si la orientación sexual era modificable. Así que buscó sujetos que pretendían haber experimentado un cambio significativo de una orientación homosexual a la heterosexual, y cuyo cambio se había mantenido al menos durante cinco años. Se sirvió de sujetos localizados por la Asociación Nacional para la Terapia de la Homosexualidad, ministerios pastorales para ex gays y varios clínicos que ejercían en la práctica privada.
Spitzer entrevistó a 200 sujetos (143 varones y 57 mujeres), a los que se pidió que describieran sus historias emocionales y sexuales, incluyendo su testimonio acerca del cambio desde el ser gay a la heterosexualidad. Muchos de los sujetos entrevistados dijeron que su fe religiosa era muy importante en sus vidas, y cerca de tres cuartos de los varones y la mitad de las mujeres se casaron durante el tiempo en que se realizó el estudio. Muchos habían buscado cambiar porque el estilo de vida gay había sido emocionalmente insatisfactorio. Muchos habían sufrido a causa de la promiscuidad, las relaciones tormentosas gays, el conflicto con sus valores religiosos y el deseo de casarse (o continuar estándolo).
En general, el esfuerzo por cambiar no había producido resultados significativos durante los dos primeros años. Ellos dijeron que les había ayudado analizar sus relaciones familiares y de la infancia y comprender cómo los problemas en esas relaciones habían contribuido a sus problemas de identidad de género y de orientación sexual. Mencionaban también la relación con un mentor del mismo sexo, las técnicas de terapia de conducta y los grupos de terapia como cosas particularmente útiles.
Para sorpresa de Spitzer, del 67% de los varones se obtuvo información contrastada acerca de su buen funcionamiento como heterosexuales, varones que no habían experimentado (o lo habían hecho raramente) atracción por el sexo opuesto antes del proceso de cambio. Casi todos los sujetos dijeron sentirse ahora más masculinos (en el caso de los varones) o femeninos (las mujeres).
Contra la creencia tradicional”, concluyó Spitzer, “algunos individuos altamente motivados, utilizando varios medios de cambio, pueden realizar un cambio sustancial en múltiples indicadores de la orientación sexual y alcanzar un buen funcionamiento como heterosexuales”.
Spitzer añadió una importante observación: que el cambio de la homosexualidad a la heterosexualidad no es normalmente un asunto de “todo o nada”, sino que existe un continuo, esto es, una progresiva disminución de la homosexualidad y una expansión potencial de la heterosexualidad que aparece en una amplia variedad de grados
Se considera el estudio de Spitzer como la investigación más detallada hasta la fecha sobre el cambio de orientación sexual. “Los pacientes deberían tener derechoa explorar su potencial heterosexual”.


IV.      El Colegio Profesional de Pediatras de EEUU

¿Niños que no se identifican con su sexo?

La respuesta del Colegio de Pediatras de EEUU:
Existe un problema psicológico objetivo en la mente, no en el cuerpo, y debe ser tratado como tal

El Colegio de Pediatras de Estados Unidos ha dado a conocer una declaración, firmada por su presidenta y su vicepresidente y por uno de los más eminentes pediatras del país, titulada “La ideología de género hace daño a los niños”.
En ella urgen a “educadores y legisladores” a “rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto“.
“Son los hechos y no la ideología”, afirman, “quienes determinan la realidad”, esto es, que “la sexualidad es un rasgo biológico objetivo“.
Transcribimos el texto completo de la declaración de la Asociación Americana de Pediatría sobre la ideología de género.

Se trata, advierten, de “una declaración temporal con referencias” y anuncian para este verano una “declaración completa”. Incluimos al final la relación completa de las referencias científicas citadas por los autores en respaldo de sus afirmaciones.

La ideología de género hace daño a los niños
El Colegio Americano de Pediatras urge a los educadores y legisladores a rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto. Son los hechos, y no la ideología, quienes determinan la realidad.
  1. La sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo binario: XY y XX son marcadores genéticos saludables, no los marcadores genéticos de un trastorno. La norma del diseño humano es ser concebido como hombre o como mujer. La sexualidad humana es binaria por definición, siendo su finalidad obvia la reproducción y crecimiento de nuestra especie. Este principio es evidente por sí mismo. Los extraordinariamente raros trastornos del desarrollo sexual, entre ellos la feminización testicular (o síndrome de insensibilidad de los andrógenos) y la hiperplasia suprarrenal congénita, son desviaciones de la norma sexual binaria, todas ellas médicamente identificables y directamente admitidas como trastornos del diseño humano. Los individuos con trastornos del desarrollo sexual no constituyen un tercer sexo.
  2. Nadie nace con un género. Todos nacemos con un sexo biológico. El género (la conciencia y sentimiento de uno mismo como hombre o mujer) es un concepto sociológico y psicológico, no un concepto biológico objetivo. Nadie nace con conciencia de sí mismo como hombre o mujer; esta conciencia se desarrolla con el tiempo y, como todos los procesos de desarrollo, puede desviarse a consecuencia de las percepciones subjetivas del niño, de sus relaciones y de sus experiencias adversas desde la infancia. Quienes se identifican como “sintiéndose del sexo opuesto” o como “algo intermedio” no conforman un tercer sexo. Siguen siendo hombres biológicos o mujeres biológicas.
  3. La creencia de una persona de que él o ella es algo que no es, constituye, en el mejor de los casos, un signo de pensamiento confuso. Cuando un niño biológicamente sano cree que es una niña, o una niña biológicamente sana cree que es un niño, existe un problema psicológico objetivo en la mente, no en el cuerpo, y debe ser tratado como tal.
Estos niños padecen disforia de género. La disforia de género, antes denominada trastorno de identidad de género, es un trastorno mental así reconocido. Las teorías psicodinámicas y de aprendizaje social sobre la disforia de género o trastorno de identidad de género nunca han sido refutadas.
  1. La pubertad no es una enfermedad, y los bloqueadores hormonales pueden ser peligrosos. Reversibles o no, los bloqueadores hormonales inducen un estado de enfermedad -la ausencia de pubertad- e inhiben el crecimiento y la fertilidad en un niño que antes era biológicamente sano.
  2. Hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural.
  3. Los niños que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo, necesitarán hormonas cruzadas al final de la adolescencia. Las hormonas cruzadas (testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud, entre ellos hipertensión, coágulos de sangre, derrame cerebral y cáncer.
  4. Las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo, incluso en Suecia, que se encuentra entre los países con mayor respaldo LGBT. ¿Qué persona compasiva y razonable condenaría a ese destino a chicos jóvenes sabiendo que tras la pubertad hasta un 88% de las chicas y un 98% de los chicos aceptarán la realidad y alcanzarán un estado de salud física y mental?
  5. Condicionar a los niños a creer que es normal estar toda la vida sustituyendo química y quirúrgicamente su propio sexo por el opuesto constituye un abuso infantil. Respaldar la discordancia de género como algo normal a través de la educación pública y de las políticas legales confundirá a hijos y padres, llevando a muchos niños a acudir a “clínicas de género” donde les administren fármacos bloqueadores hormonales. Esto, a su vez, virtualmente asegura que ellos “elegirán” recibir hormonas cruzadas cancerígenas, o de un modo u otro, tóxicas, y probablemente considerarán innecesariamente, cuando sean adultos jóvenes, la mutilación quirúrgica de sus órganos sanos.


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