¿Cuánto me va a durar la nevera, el microondas, la televisión, el móvil o el ordenador?


¿Cuánto me va a durar la nevera, el microondas, la televisión, el móvil o el ordenador?
Resumen de artículo publicado por María Rodríguez, Socióloga, Experta en Consumo Responsable y RSE.
Obsolescencia programada: en los últimos años, el porcentaje de los electrodomésticos y aparatos electrónicos que se deben reemplazar en sus cinco años de vida se ha duplicado. 
El mundo industrial hace años que descubrió que no le convenía, en muchos casos, una excesiva vida de sus productos, simplemente porque necesitan  la producción y venta permanentes para mantener sus beneficios.
Por ello aprendieron a incluir en sus productos ciertos materiales o piezas que, necesariamente, limitan la vida del producto.
Aprendieron, también, que es más rentable para ellos vender un nuevo producto que reponer piezas o establecer un sistema de reparaciones.
Desde entonces, en Europa y en muchos países de Latinoamérica, ha crecido la normativa oficial para combatir esa forma de fraude que, además genera un exceso de residuos eléctricos contaminantes.
La dificultad por parte de los consumidores de conocer determinadas actuaciones que las empresas realizan en el marco de su proceso productivo o de comercialización, genera desconfianza entre los consumidores. La Obsolescencia de los productos es una de las causas.
Cabe distinguir varias formas de obsolescencia:
-      La obsolescencia programada propiamente dicha, consistente en prever una duración de vida reducida del producto, si fuera necesario mediante la inclusión de un dispositivo interno para que el aparato llegue al final de su vida útil después de un cierto número de utilizaciones,
-      La obsolescencia indirecta, derivada generalmente de la imposibilidad de reparar un producto por falta de piezas de recambio adecuadas o por resultar imposible la reparación (por ejemplo, el caso de las baterías soldadas al aparato electrónico),
-      La obsolescencia por incompatibilidad, como es el caso, por ejemplo, de un programa informático que deja de funcionar al actualizarse el sistema operativo, esta obsolescencia guarda relación con la del servicio posventa, en el sentido de que el consumidor será más proclive a comprar otro producto que a repararlo, en parte debido a os plazos y precios de las reparaciones,
-      La obsolescencia psicológica, derivada de las campañas de marketing de las empresas encaminadas a hacer que los consumidores perciban como obsoletos los productos existentes. No serviría de nada obligar a un fabricante de tabletas electrónicas a producir objetos cuya vida útil sea de diez años si nuestros patrones de consumo hacen que deseemos sustituirlas cada dos años
Haciendo un poco de historia
El origen de la obsolescencia se remonta a la década de los años 20 del siglo pasado, cuando se implantó el modelo de producción para crear grandes cantidades de productos que se sustituyeran en poco tiempo. En 1924 los principales fabricantes de bombillas de la época, creaban el “cartel Phoebus” con los estándares de producción y venta. Entre otras cuestiones, se marcaban 1.000 horas de vida media de las bombillas, antes de este nuevo estándar, la empresa española Lámparas Z garantizaba 2.500 h. en su publicidad. Fue en 1932 cuando Bernard London (inversor inmobiliario) proponía la obsolescencia programada como medio de acabar con la gran depresión, incluso de forma obligatoria por ley –que nunca llegó a aprobarse-.
Sin embargo el término fue popularizado por primera vez en 1.954 por Brook Stevens, diseñador industrial estadounidense. B. Stevens acuñó ese término dotándolo de contenido: “instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”. El objetivo de la obsolescencia es exclusivamente el lucro económico, no teniéndose en cuenta, las necesidades de los consumidores, ni las repercusiones medioambientales en la producción y mucho menos las consecuencias que se generan desde el punto de vista de acumulación de residuos, con la contaminación que conllevan.

En el mes de abril del año pasado (2016) se publicaron las conclusiones de un estudio elaborado por la Universidad de Berlín y el Öko-Institut. Como dato significativo destacaba que “el porcentaje de los electrodomésticos que se deben reemplazar en sus cinco años de vida se ha duplicado entre el año 2004 y el 2012. Se ha pasado de un 3,5% en 2004 a un 8,3% en 2012”.
 Este cambio en electrodomésticos en los hogares se produce como consecuencia de factores relacionados con la obsolescencia. Siendo conscientes de que en algunos casos se puede producir un cambio para disponer de productos más eficientes tecnológicamente, en la mayoría de los casos, este cambio se produce porque se estropean, no hay piezas de recambio o no se puedan arreglar y porque existen pocos establecimientos que realicen estas reparaciones (su desaparición del escenario en los barrios ha sido masiva).
En la época que hemos pasado de “usar y tirar” las reparaciones de productos han sido mínimas, porque, según se deducía la publicidad de las mismas, era mucho más barato comprar uno nuevo que arreglar uno viejo, y en función de coste inicial, quizás, en algunos casos, esa afirmación ha sido cierta, pero ¿se tenían en cuenta los otros costes no incluidos en el precio como: la contaminación medioambiental necesaria para la fabricación de nuevos productos y la acumulación de residuos eléctricos y electrónicos que se producen y su impacto en nuestro planeta? Es evidente que no, sin embargo el mensaje ha calado en la opinión pública de forma importante; al menos hasta que llegó la crisis y, al hilo de la situación económica (a nivel micro) se ha empezado a reflexionar y a empezar a actuar de forma distinta, no solo por parte de los consumidores, sino también por parte de las organizaciones y de los gobiernos. 
Los consumidores están empezando a exigir más información por parte de los fabricantes para poder ejercer su derecho a un consumo responsable y al mismo tiempo se ha iniciado una presión importante hacia los gobiernos para exigir leyes que garanticen que las empresas no producen con criterios de obsolescencia.
Distintos entes internacionales públicos y privados están promoviendo herramientas para combatir ese abuso social de la obsolescencia programada:
-      Fomentar el consumo responsable mediante la promoción de productos ecoeficientes.
- Prohibición total de los productos cuyos defectos se calculan para provocar el fin de la vida útil del aparato.
- Recomendar a las empresas que faciliten la reparación de sus productos. Ello deberá efectuarse en torno a tres ejes, siendo el primero la posibilidad técnica, a continuación deberá mantenerse la posibilidad de que los consumidores puedan aprovisionarse de piezas de recambio durante un periodo de cinco años a partid de la adquisición. Por último, al comprar el producto, se debería proporcionar un manual en el que se detallen las posibilidades de reparación y las instrucciones para realizarla.
-  Fomentar las iniciativas voluntarias de certificación.
- Ampliar el dispositivo de garantías vinculado a la compra mediante una garantía mínima de funcionamiento, de manera que las reparaciones se hagan a cargo del fabricante.
- El etiquetado de los productos es fundamental para que los consumidores puedan ejercer, de forma adecuada su influencia en el mercado, la información es absolutamente necesaria para los ciudadanos, para eliminar la asimetría de información que se produce en el mercado entre empresas y consumidores:
Iniciativas privadas
Diferentes organizaciones de la sociedad civil han desarrollado trabajos tendentes a la sensibilización de los ciudadanos en aspectos relacionados de forma directa o indirecta con la Obsolescencia de los Productos.

En el año 2015 la OCU denunció en su Revista OCU-Compra Maestra que el diseño del 70% de las aspiradoras suponía un “obstáculo insalvable” para su reparación, igualmente denunció que los repuestos eran muy caros, por lo que deberían bajar el precio, para hacer de la opción de reparar el producto, una posibilidad real. En su estudio valoró el diseño de los modelos para ser desmontado fácilmente, la inclusión de piezas estándar que se pudieran arreglar con herramientas universales, la accesibilidad a la información relevante para el reparador o la disponibilidad de piezas de repuestoEn cuanto a la política de las marcas respecto a las piezas de repuesto, la mayoría de fabricantes ofrecían existencias por un periodo de cinco años (el mínimo que establece la Ley).

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