¿Destruir estatuas o destruir la historia¿
Por Miguel Vidal, de ACTUALL
¿Sabías que el primer oficial
negro en América del Norte (los EE UU todavía no se habían inventado)
fue un mandinga nombrado por las autoridades españolas cuando
aquel país era en gran parte español?
Era un esclavo huido de las
plantaciones británicas a territorio español. Allí encontró la libertad, se
hizo católico y fue bautizado como Francisco.
¿Y sabías que la primera
población de negros libres en América del Norte fue el asentamiento de
Gracia Real de Santa María de Mosé, conocido más tarde como Fuerte Mosé, en La
Florida?
¿Sabías que la primera boda
interracial celebrada en América del Norte (los EE UU no existían
todavía) se celebró en 1565? Los contrayentes fueron un
segoviano y una negra libre.
Pero cuando América del Norte dejó de
ser española y nacieron los Estados Unidos, las bodas interraciales fueron
declaradas ilegales. Y así hasta 1967. Hasta esa fecha no se
anularon las leyes antimestizaje.
Desde el océano Ártico al Cabo de
Hornos, desde el océano Pacífico al Atlántico, lo mejor de América hunde sus
raíces en España.
Y la herencia española, cuyo legado
tratan de destruir, fundamenta y explica los grandes valores de aquel
continente.
¿Quién es el racista?
Los habitantes de Fuerte Mosé, todos
ellos negros huidos de la esclavitud británica, se gobernaban a sí
mismos, no tenían más autoridad que sus propios jefes, que estaban amparados
por la Corona española, y tenían su propia milicia.
El enclave se convirtió en el primer
pueblo de hombres negros libres.
Incrementándose constantemente el número
de quienes escapaban de las plantaciones esclavistas de Carolina, el Gobernador
de San Agustín, Manuel de Montiano ordena constituir bajo bandera de España,
una Milicia Negra, con oficiales de la propia raza. Transcurre el
año de 1738.
Los lidera el Capitán Francisco
Menéndez, en otro tiempo esclavo evadido, y con buenos conocimientos
militares.
La Milicia Negra es una fuerza operativa
y capaz, habida cuenta de que su calidad de veteranos fugitivos les había dado
un buen conocimiento de la zona, mientras que su condición de antiguos
esclavos, los hacía valientes y con resuelta voluntad de vencer, para no volver
jamás a la servidumbre. (La Milicia
Negra libre de la Norteamérica Española)
Estos días gentes que se diría salidas
de una nauseabunda mezcla de La naranja
mecánica, Farenheit 451 y 1984, e
impregnadas del mismo veneno que alimenta al fundamentalismo talibán, destruyen
estatuas. Y la Historia revela a través de esa turba dónde está el
racista y dónde quien defendió a los oprimidos.
«La ley y las costumbres españolas
garantizaban a los esclavos una personalidad moral y legal, así como
ciertos derechos y protecciones que no se encuentran en otros
sistemas esclavistas», destaca la historiadora Jane Landers en «La nueva
historia de Florida» (University Press of Florida, 1996).
«Tenían derecho a la seguridad personal
y mecanismos legales por los cuales escapar de un amo cruel» y «se les permitía
poseer y transferir propiedades y presentar demandas legales, un derecho
significativo que en América evolucionó al derecho de autocompra», señala
Landers, profesora de la Universidad Vanderbilt.
En este sentido, señala, «el énfasis en
la humanidad y los derechos del esclavo, y la actitud indulgente hacia la
manumisión incorporadas a los códigos de esclavitud y la práctica social
españolas hacían posible que existiera una importante clase de negros
libres, primero en España y después en la América española». (La
desconocida historia de los negros libres en la Norteamérica española)
En fechas tan tempranas como 1512 España
empieza a dictar leyes contra la esclavitud y en favor de los pueblos nativos
de América.
Hoy, los tribunales de justicia
norteamericanos están devolviendo las tierras que les fueron arrebatadas [a los
nativos norteamericanos] tras la salida de España, y lo hacen al amparo de
las Leyes de Indias, el Código de las Siete Partidas de
Alfonso X el Sabio, y las concesiones otorgadas por el Rey de
España, y son afortunadas las tribus que conservan esos títulos, tan
antiguos como valiosos. (Borja Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
Las leyes de Burgos (1512) y de Indias
(1542) dan origen al concepto de derechos humanos y a la
aparición del derecho internacional, gracias la Corona y a
personajes y universidades españolas.
Estados Unidos de España
Hasta los grandes mitos de la historia
de Estados Unidos proceden de España:
El mundo del cow boy, con el vestuario
vaquero, la vaca, el caballo, la montura, las espuelas, el sombrero, el rancho
y el manejo ganadero, es una réplica exacta del modelo ecuestre y
ganadero de las Marismas del Guadalquivir, trasplantado al Oeste y
popularizado por el cine.
En puridad, John Wayne es un
vaquero de las marismas con un par de pistolas, y ese modelo es
radicalmente distinto al de granjero a pie y recogida de heno que trasladaron
los pioneros ingleses al Este. (Borja
Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
Y junto a los mitos heredados de los
españoles, los orígenes de su modo de vida:
Tampoco Texas o Nuevo México hubieran
alcanzado su pujanza ganadera de no ser por las vacas, ovejas y
caballos importados desde España. Y California no sería la potencia
vinícola que es gracias a las uvas misioneras, que introdujeron los
frailes españoles en las misiones. (Borja Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
Importantes zonas de Estados Unidos
existen tal como las conocemos hoy gracias a España:
Hoy California sería territorio
soberano de Rusia, y no de Estados Unidos, porque España penetró en
California precisamente para frenar la expansión rusa.
Carlos III dio la orden de ocupar
California, lo que se logró en una brillante acción, y España se asentó
y desplazó a los rusos, que venían descendiendo desde el Norte.
Y cuando España se marchó de California
y la heredó México, a los Estados Unidos les costó poco trabajo expulsar a los
mexicanos, pero no hubieran podido hacerlo con la potente Rusia, y hoy en
California no se hablaría inglés. (Borja Cardelús: EE.UU. sin
la historia de España)
El genocidio que nunca
existió
Estos días la chusma y no pocos de sus
portavoces, cargos electos que jamás debieron abandonar la primaria, aventan un
supuesto genocidio a cargo de cualquier personaje histórico, con la condición
de que no sea Marx, ni Engels, ni Mao, ni Pol Pot, ni Lenin, ni Stalin, ni
Dolores Ibárruri, ni Carrillo, ni tantos otros criminales con calles, plazas y
monumentos por toda España.
Pero el genocidio de España en sus
colonias nunca existió:
La probanza demográfica de que esto no
aconteció es el elevado número de nativos, mestizos y mulatos que en América se
asientan.
Véase, por el contrario, la tragedia de los
indios norteamericanos exterminados en su práctica totalidad en la conquista
del oeste, en el siglo XIX, o la limpieza étnica que realizaron los
ingleses en Australia y Nueva Zelanda con los maoríes hasta bien
entrado el siglo XX. (José Manuel Azcona: La América
hermana)
Las «inocentes»
víctimas
Para construir la leyenda negra de los
descubridores genocidas es preciso modificar los hechos verdaderos de diversas
formas.
En primer lugar hay que convertir a los
habitantes nativos en lo que no fueron:
Se tiende a idealizar la existencia de
los pueblos pre-colombinos de América, a los que se dibuja como pertenecientes
al paraíso terrenal.
Se insiste en su alta capacidad de
observación astronómica y de su conocimiento matemático, y en las ampulosas
pirámides arquitrabadas que construyeron.
En mi opinión, una catedral gótica
contiene progresos y novedades técnicas de elevado y superior rango. (José
Manuel Azcona: La América
hermana)
En segundo lugar es preciso convertir a
los verdaderos genocidas en víctimas:
Se calcula, de forma general, que el
promedio de ejecuciones en el imperio azteca estaría en las cien mil
anuales con fines ceremoniales.
El holocausto más grande conocido por la
humanidad en menor tiempo tuvo como protagonista al imperio azteca en 1487
cuando, en la inauguración de la pirámide de Tenochtitlán, se
sacrificaron a 80.400 personas en un día para calmar la ira de los
dioses. Además, aztecas e incas desarrollaron la nefanda costumbre de comer
carne humana.
La esclavitud y la violencia extrema
sobre otros pueblos enemigos de los aztecas, mayas e incas fue ampliamente
desarrollada para ser la base de estos sacrificios y comida, y como abundante
mano de obra para la ejecución de sus impresionantes construcciones.
La historiografía científica afirma que
la conquista de estos imperios por escasos grupos de españoles dependió
del apoyo masivo de otras tribus enemigas de esos imperios. (José Manuel
Azcona: La América hermana)
La guerra sucia
La izquierda nunca se ha caracterizado
por el fair play. Al contrario, el barro es su elemento
preferido. Y en las guerras culturales es donde más recurre a él.
La destrucción de estatuas en
América es idéntica a la campaña de la memoria histórica en España.
Mismos objetivos, mismas técnicas.
Lo que está en juego en los Estados
Unidos, en Europa y en otros lugares donde esos movimientos radicales se
reproducen no es la condena del racismo, que es unánime en las democracias, ni
la necesidad de reconocer las injusticias históricas (que por otra parte todos
los pueblos han cometido en uno u otro momento), sino la imposición de un
pensamiento único que asfixie el debate y destruya la democracia no mediante las
bayonetas, sino mediante símbolos, consignas y narraciones pretendidamente
liberadoras.
Derribar monumentos es una de las etapas
del camino. (Ricardo Ruiz de la Serna: Derribar monumentos)
La destrucción de estatuas en
América es idéntica a la campaña de la memoria histórica en
España. Mismos objetivos, mismas técnicas.
Se trata de alterar el curso de la
Historia para que el presente blanquee su ideología y resulte más cómodo aceptar
sus propuestas.
·
En América la izquierda pintarrajea una
estatua de Cervantes o derriba una estatua de Colón.
·
En España “contextualizan” esas mismas
estatuas, cuando no las “confinan” en almacenes municipales.
·
Y promueven “investigaciones” de “historiadores”
avalados por sus correspondientes “universidades”, que sostienen que Cervantes
o Colón eran catalanes, y por lo tanto progresistas.
Derribar estatuas o volar el Valle de
los Caídos, América o España, memoria histórica, la guerra sucia de la izquierda:
El derribo de estatuas, los daños a
monumentos y los intentos de reescribir la historia forman parte de un proyecto
mayor: imponer un supuesto “progresismo” como forma única de pensamiento a
través de los distintos dispositivos de control del discurso: la corrección
política, la imposición de pretendidas culpas colectivas, la explotación de
hipotéticos agravios, el uso del rencor y la indignación para neutralizar los
debates, etc.
Hay evidentes contradicciones que
revelan la naturaleza totalitaria de esos grupos radicales al asalto de los
símbolos nacionales de los Estados Unidos.
Ahí están la condescendencia con el
terrorismo (que recuerda a las narraciones políticas post-coloniales), la
estigmatización de Occidente y la exaltación de todo lo demás desde el islam
radical hasta la Nueva Era, la exaltación de la violencia y, sobre todo, el
antisemitismo. (Ricardo Ruiz de la Serna: Derribar
monumentos)
Tiempo de barro y guerra cultural sucia
es la que nos ha tocado vivir. Por ello es tan importante en
nuestros días conocer la historia.
La de verdad. La Historia.
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