La Universidad y sus orígenes en la Iglesia

 



La Universidad y sus orígenes en la Iglesia

La Iglesia fundó las primeras universidades. Estableció así las bases para el gran avance humano y cultural de Europa. Esto ocurrió en la época que hoy se quiere denominar peyorativamente como la "Edad Media". La Iglesia siempre ha favorecido el estudio de las ciencias y las artes. La razón y la fe, lejos de ser contradictorias, se complementan.

Siglo IX: Escuelas monásticas. En los monasterios surgieron escuelas que tuvieron gran influencia en Europa. Aunque se establecieron principalmente para la formación de los monjes, acogían también a estudiantes externos.

Siglo XI: Escuelas episcopales. Los obispos fundaron centros de educación en las ciudades cerca de sus catedrales. Estos centros ofrecían la màs avanzada educación disponible.

Siglo XII: Surgen centros docentes bajo el amparo directo de los Papas y Reyes. Estos centros acogen estudiantes de diferentes nacionalidades. Aquellos centros que desarrollaron la capacidad de ofrecer estudios en las diversas disciplinas y de otorgar títulos universalmente reconocidos, se convirtieron en las primeras universidades. La gran mayoría de estas antiguas universidades fueron fundadas por la Iglesia con la aprobación del Papa.

La primera escuela general en otorgar licencias y así convertirse en universidad fue la de Bolonia en 1158 la cual tiene sus orígenes en la fusión de la escuela episcopal y la escuela monacal camaldulense de San Félix.

La segunda y la que obtuvo mayor fama fue la Sorbona de París que procede de la escuela episcopal de Notre Dame. Allí fueron a estudiar muchos grandes santos como San Ignacio y San Francisco Javier (españoles) y Sto. Tomas de Aquino (Italiano).

El documento màs antiguo que contiene la palabra UNIVERSITAS utilizada para un centro de estudio es una carta del papa Inocencio III al Estudio General de París. La Universidad de Oxford en Inglaterra procede de una escuela monacal organizada como universidad por estudiantes de la Sorbona de París. Fue avalada por el Papa Inocencio IV en 1254. 

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