Católicos
y protestantes: entre lo bueno y lo excelente
Carencia
espiritual del protestantismo
La
Iglesia en reforma permanente
En las últimas décadas se están
dando importantes pasos en el proceso de unidad de los cristianos. Es una
irresponsabilidad frente a la humanidad la falta de unidad entre cristianos. Por encima de nuestras diferencias
doctrinales tenemos un gran campo de acción común para aportar soluciones a
los actuales problemas humanos: defensa del no nacido, de la familia, del
matrimonio, de la paz, contra la trata de personas, la droga, el comercio de
armas y,…sobre todo, del derecho a la libertad religiosa.
Si trabajamos juntos en esos
importantes temas, nuestra unidad en otros aspectos irá avanzando, mientras
aportamos bien a la humanidad.
En las polémicas entre católicos
y evangélicos “de a pie”, se detecta, frecuentemente, un gran desconocimiento por ambas partes. En realidad,
como en cualquier otra disciplina. Asombra la enorme ligereza y superficialidad
con la que algunos protestantes defienden sus posturas; el gran desconocimiento
histórico, filosófico, teológico y bíblico de sus afirmaciones.
Aunque en las bases sociales
populares en Latinoamérica se está produciendo un significativo aumento de
distintos grupos protestantes, sin embargo, en la cúpula de pastores
protestantes se está generando el proceso contrario de conversión hacia el
catolicismo. Se trata, sobre todo, de un
proceso de coherencia lógica con su riguroso estudio de la Biblia. Decenas de pastores, coherentes con su
investigación bíblica, han encontrado un itinerario de camino bíblico hacia la
Iglesia Católica.
Dios proporciona su gracia a
través de los Sacramentos y de las vías más insospechadas para ayudar a todas
aquellas personas de buena voluntad que no conocen su Iglesia. Hay excelentes
personas, entre los protestantes, que están en ese camino porque no han tenido
oportunidad de conocer el correcto; no hay
la menor duda de que Dios les ayuda. De la misma manera que hay pastores
protestantes que son meros explotadores de su capacidad oratoria, de persuasión
y manipulación de sentimientos, sobre todo, de personas sencillas; pastores que
están ahí como medio de subsistencia, como líderes locales de pequeñas
comunidades que les mantienen con el diezmo
.
Todas esas personas sencillas,
con buena voluntad, se están perdiendo la gran riqueza espiritual de la única
Iglesia de Jesucristo. Sus templos están vacíos, allí no hay nadie, solamente tienen sillas, un atril, una biblia
y un predicador. En realidad, no son
templos, son salas de conferencias bíblicas. No tienen a Jesucristo real y verdaderamente
presente en la Eucaristía. Son como las antiguas Sinagogas judías.
No tienen muchos de los Sacramentos, ni la autoridad y
solidez de 20 siglos de vida de la Iglesia de Jesucristo. No tienen los miles
de modelos de las vidas de santos que nos enseñan que hay múltiples maneras de
imitar a Jesucristo que, efectivamente, es el
único modelo e intercesor; sobre todo, desconocen el admirable papel de
la madre de Jesucristo como nuestra madre espiritual.
Permanecen anclados en el Antiguo
Testamento de la Biblia y desconocen todos los beneficios que Cristo nos ha
ganado con la Nueva Ley, al ignorar la Iglesia fundada por Él mismo.
Tienen una gran ignorancia de su
propia historia; desconocen que su único enlace con los primeros cristianos,
son los 16 siglos de catolicismo en la Iglesia que Lutero pretendió inicialmente solamente reformar y no dividir. En esa
historia de la Iglesia caminan juntos la santidad y el pecado, el trigo y la
cizaña, la ortodoxia y la herejía. A todos los niveles: desde los obispos y
papas hasta el laico que lleva una vida ordinaria.
Desconocen que
muchos católicos estaban reclamando las reformas de la Iglesia, y no solamente
Lutero. No saben que esas reformas, y
más de las que Lutero reclamaba, se realizaron concienzudamente en el
Concilio de Trento. Ignoran que la
Iglesia está en reforma permanente.
No conocen el siguiente texto
escrito de Lutero a Zwinglio: «Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo
era tranquilidad e imperaba la paz, ahora hay dondequiera sectas y facciones:
una abominación que inspira lástima [...] Me veo obligado a confesarlo: mi
doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas
frecuentemente me aterran».
Tampoco conocen lo que Lutero le
confiaba a su amigo Melanchton: « ¿Cuántos maestros distintos surgirán en el
siglo próximo? La confusión llegará al colmo».
Desconocen que hubo, y hay, otros grandes reformadores
que no rompen la unidad de la Iglesia, sino que la fortalecen: como san Pío V y
san Carlos Borromeo. Los mártires Tomás Moro y Juan Fisher; san Ignacio de
Loyola; los místicos y gigantes espirituales españoles como Teresa de Ávila y
Juan de la Cruz, así como San Felipe Neri, san Pedro Canisio y san Francisco de
Sales.
Tienen grandes
lagunas filosóficas como pensar que la Biblia es la única fuente de
conocimiento de la verdad; o errores teológicos como el de la predestinación
que les lleva a consecuencias filosóficas inaceptables que niegan la
responsabilidad y libertad humana.
Desperdician los
20 siglos de doctrina cristiana acumulada con rigor científico en áreas como la
bíblica, teológica, y filosófica. Cabezas brillantes como los 92 Padres de la
Iglesia de los cuatro primeros siglos y los 38 Doctores de la Iglesia
posteriores.
No tienen el
tesoro de la liturgia para los actos de culto a Dios, acumulada durante siglos,
con fundamentos bíblicos y belleza artística en coros, instrumentos musicales,
escultura, pintura, arquitectura, poesía, literatura,…
Los protestantes buscan, de un
templo a otro, al predicador que mejor se ajuste a su estilo oratorio, o a su
personal interpretación de la Biblia y,… tienen cientos para elegir.
La autoridad de un Sacerdote
católico no proviene de su liderazgo social, ni de su dominio de las técnicas
de oratoria sino, de su identificación con Jesucristo. La autoridad no se la
conquista él mismo sino que se la confiere su unidad con Jesucristo y su
Iglesia.
Cuando un pastor protestante lee
el texto “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mat 16,18) ¿Realmente ese pastor puede creerse sucesor de
Pedro?
Vale
la pena terminar con este mensaje de respeto y unidad que nos da el Evangelista
Lucas en 9,49:
“Maestro, vimos a cierto hombre
expulsando demonios y se lo prohibimos porque no es de los nuestros. Jesús le
dijo: no se lo prohibáis. Porque el que no está contra vosotros, con vosotros
está”