Carta abierta al
Papa Leòn
Su Santidad el Papa León XIV
Palacio Apostólico
00120 Ciudad del Vaticano
Santidad:
Con el mayor respeto y
devoción, me permito dirigirle estas líneas movido por una profunda
preocupación moral y espiritual ante una de las mayores esclavitudes de nuestro
tiempo: las adicciones y dependencias
que oprimen a la humanidad moderna. Seguramente, su antecesor, el Papa Leòn
XIII, en la actualidad se plantearìa este tipo de esclavitud, como algo tan
grave como la explotaciòn laboral.
Mientras las instituciones
internacionales dedican enormes recursos a la contaminación ambiental, la
verdadera contaminación del ser humano —la esclavitud del consumo y de las
dependencias— avanza estrepitosamente, debilitando la voluntad, la inteligencia
y la libertad de las personas.
La Iglesia, como faro
moral del mundo y madre de todos los pueblos, podría iluminar este grave
problema con su autoridad y su sabiduría pastoral, promoviendo una reflexión
profunda y valiente sobre las adicciones a las drogas, al alcohol y a las
nuevas formas de dependencia, como el uso incontrolado de las redes sociales.
Santidad, considero que
sería providencial que la Iglesia impulsara un pronunciamiento doctrinal y
pastoral sobre este fenómeno, apoyado en estudios de profesionales de la
medicina, la psicología y la sociología, con el fin de identificar las causas
profundas de esta esclavitud y proponer caminos de soluciòn.
Hoy, incluso quienes deben
guiar a la sociedad —dirigentes políticos y económicos— se encuentran atrapados
en estos hábitos destructivos. Gran parte de la sociedad està gobernada por
adictos. Esto agrava aún más una crisis que genera violencia, soledad,
incomunicación y pérdida de sentido.
Esto no tiene que ver con el tràfico de
drogas, sino con el consumo de adicciones. El tràfico de drogas, que genera su
propios problemas económicos y sociales ya tiene sus agentes responsables para
combatirlos. Pero la causa de ese tràfico es el consumo, y nadie se ha tomado
en serio combatir ese consumo.
Es urgente que la Iglesia,
fiel a su misión de ser “sal de la tierra y luz del mundo”, se coloque a la
vanguardia de una campaña moral, científica y espiritual para liberar a la
humanidad de estas dependencias. No basta con redactar documentos sólidos: es
necesario promover acciones concretas, la creación de instituciones y campañas
internacionales de publicidad.
Al mismo tiempo, la
Iglesia debe ofrecer certezas, no confusión, en una sociedad eclesiàstica que
se extravía internamente en debates teológicos incomprensibles para la mayoría
de los fieles y parroquias. Sería deseable que los esfuerzos sinodales y
pastorales se orientaran hacia estas urgencias humanas universales.
Algunas autoridades y funcionarios
vaticanos están dando difusión a problemas teològicos, para especialistas,
como, por ejemplo, la corredenciòn de Marìa, o la bendición de parejas
homosexuales, cuando la Iglesia debería dar a la sociedad y a los catòlicos,
certezas, no incertidumbre.
De la misma manera que la Iglesia no debe
decir solamente no al aborto, sino, difundir la grandeza y dignidad de la
maternidad y la paternidad, con el enfoque positivo y constructivo propio de
los cristianos. La Iglesia debe, decididamente, proponer ayudas sicològicas,
sociales y económicas para las madres en riesgo de abortar.
Es admirable el esfuerzo y dedicación de
distintas instituciones pùblicas y privadas, muchas catòlicas, para salvar y
curar a los ya adictos, pero sería mucho màs eficaz dedicar tiempo y esfuerzos
a prevenir la caída en las dependencias, a conocer las causas y combatirlas.
Santidad, le ruego
considere esta propuesta como una expresión sincera de amor a la Iglesia y de
esperanza en su magisterio. Que el Espíritu Santo ilumine sus decisiones y
fortalezca su misión de guía y pastor del pueblo de Dios.
Con filial devoción, me
despido en Cristo y María Santísima.
Javier Ordovàs.
Economista
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