Sueños inmensos




Sueños inmensos

Sueños de los cristianos para estrenar un año con magnanimidad

Ahora estamos viviendo y disfrutando lo que el pequeño grupo de  los primeros cristianos soñaron. Siendo  personas muy modestas, se atrevieron a soñar con trasformar su mundo, y cuatro siglos más tarde, después de grandes sacrificios y martirios, el Imperio Romano estaba cristianizado; desde entonces Occidente y América son de cultura cristiana y muchos siglos después la Declaración  Universal de los Derechos Humanos  reconocía los diez mandamientos de la Biblia en su contenido esencial. 

Actualmente el cristianismo está creciendo, también con mártires, en todos los continentes. Los primeros cristianos soñaron y se quedaron cortos.
La magnanimidad es la virtud de las grandes empresas. Los primeros cristianos fueron magnánimos.

Bastantes años después de la segunda guerra mundial, una mujer holandesa perteneciente a la resistencia contra el nazismo, declaraba con un rostro luminoso que su generación había tenido sueños inmensos; luego se le apagó el rostro y afirmó que ya no recordaba cuales eran esos sueños, pero se la notaba feliz de haber soñado. Esa doble reacción nos debe hacer recapacitar: no podemos abandonar nuestra capacidad para soñar, no podemos olvidar los sueños, porque perdemos una parte importante de nuestra humanidad.

Los cristianos tenemos motivos para seguir soñando aunque, la dureza del día a día intente robarnos los sueños.

Queremos seguir transformando la sociedad para que en los próximos siglos, las generaciones futuras, se encuentren un mundo más humano, más cercano a Dios. Y vivan lo que nosotros soñamos.

Soñamos con una sociedad en la que el núcleo familiar sea el privilegiado, protegido y protagonista de la vida social.

Soñamos con que la vida humana sea protegida desde el momento de la concepción y las mujeres con hijos no deseados por violación o malformaciones reciban todo el apoyo médico y afectivo que necesitan.

Soñamos con que no haya hambre ni miseria en un mundo de despilfarro.

Soñamos con que no existan las distintas formas de explotación de las personas: prostitución de mujeres e infantil, trabajos forzados de niños, drogadicción.

Soñamos con que el acceso a las necesidades básicas de salud y educación llegue a todas las personas.

Soñamos con que los poderes políticos y nacionales  sean capaces de evitar las guerras, con que todas las creencias religiosas sean tolerantes y no recurran a la violencia.

Soñamos con la unidad de todos los cristianos y creencias no cristianas.

Soñamos con una Curia Vaticana renovada y obispos y sacerdotes admirables.

Soñamos porque es humano soñar e inhumano no soñar.

Soñamos porque el Espíritu Santo nos permite soñar.

Algunos ¨politicólogos¨ dicen que el ¨efecto Francisco¨es transitorio. Tienen razón pero, lo que no es transitorio es el ¨efecto Espíritu Santo¨ que revitaliza a la Iglesia y a los cristianos de mil formas inesperadas.

La experiencia histórica nos demuestra que Jesucristo y la acción del Espíritu Santo están presentes de forma activa en la vida de las personas y las sociedades, a pesar de las debilidades de los mismos creyentes.

En el pequeño jardín de mi casa, por privilegio del clima tropical, todos los años, a finales de diciembre y principios de enero, hay un árbol que florece con unas grandes y bellas flores blancas. Ese árbol me hace soñar que dentro del pleno invierno de la frialdad social florecerá la ternura de la que nos ha hablado recientemente el Papa Francisco. Hoy quería compartir con los lectores  estos sueños con la magnanimidad de los primeros cristianos.



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