¿Estamos
asociados al sacrificio de Jesucristo?
Los fieles corrientes ejercen un “sacerdocio santo”, en y por
Jesucristo.
Muchas veces los
cristianos ignoramos la alta responsabilidad y dignidad a la que Cristo nos ha
llamado o, quizás, preferimos ignorarlo para evadir nuestra responsabilidad.
Sin embargo, Cristo nos ha asociado, nos hace colaboradores de su redención. Por eso, el Catecismo nos recuerda la alta
dignidad a la que hemos sido llamados:
Catecismo
618: La Cruz es el único sacrificio de Cristo
"único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2, 5). Pero, porque en su Persona
divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con todo hombre". Él "ofrece a todos la posibilidad de que,
en la forma de Dios sólo conocida [...] se asocien a este misterio
pascual". Él llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a
seguirle" (Mt 16, 24)
porque Él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus
huellas" (1 P 2, 21).
Él quiere, en efecto, asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que
son sus primeros beneficiarios (cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col 1, 24). Eso lo realiza en forma
excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su
sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35).
Estos
son los textos de las citas anteriores del Catecismo:
Mt 16,24: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue
con su cruz y me siga”.
1P 2: “también
vosotros, a manera de piedras vivas, sois edificados como una casa espiritual,
para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables
a Dios por Jesucristo”.
1 P
21: “A esto habéis sido llamados,
porque también Cristo padeció por vosotros, y os dejó un ejemplo a fin de que
sigáis sus huellas”.
Mc 10,39: “Podemos»,
le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Vosotros beberéis el cáliz que yo
beberé y recibiréis el mismo bautismo que yo”.
Jn 21,18-19: “Te
aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero
cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde
no quieras. 19 De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a
Dios”.
Col 1,24: “Ahora
me alegro de poder sufrir por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a
los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia”.
Col 1,29: “que
os ha concedido la gracia, no solamente de creer en Cristo, sino también de
sufrir por él”.
Lc 2,35: “y a ti
misma una espada te atravesará el corazón”.
Todos los cristianos
son correctamente llamados a ser imitadores, colaboradores o “corredentores”
con Jesucristo (Col 1:24) en la recepción y cooperación con la gracia necesaria,
para la propia redención y la redención de otros.
Los fieles corrientes ejercen un “sacerdocio santo”, en y por
Jesucristo (único mediador).
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